De vez en cuando en casa nos encontramos ante alguna petición de este tipo. En un primer momento siempre me extraña porque nosotros no castigamos a nuestros hijos.
No somos los únicos; en otras muchas casas donde no se castiga y donde sí se castiga estos comentarios son habituales. A veces escucho que los niños dicen estas cosas porque lo han aprendido en otros entornos donde sí se castiga, como por ejemplo en la escuela o en casa de un amigo. Sin embargo, esto no tiene por qué ser así. En muchos casos el origen de estas peticiones está en el propio cerebro del niño.
A partir de los cuatro o cinco años la mayoría de niños han madurado suficientemente dos centros cerebrales que les permiten entender algunas normas sociales y que están detrás de estas peticiones de justicia. Por una parte, las regiones de la corteza insular son capaces de detectar comportamientos injustos (contrarios a lo acordado o convenido). Por otra parte corteza estriada establece todo un sistema de premios y castigos. Es totalmente normal que los niños quieran justicia en determinadas situaciones. Viene en nuestro ADN y los niños que piden que castiguemos a sus hermanitos están demostrando que entienden que todos debemos ajustarnos a las mismas normas y ser tratados equitativamente.
En casa sabemos que ese sentimiento de justicia es positivo (dentro de un orden). Es bueno que sintamos dolor al apretar contra un clavo porque nos apartamos del clavo, ardor al tocar una sartén porque así la soltamos antes de sufrir quemaduras. El sentimiento de injusticia es también una señal de alarma que dice al niño que hay un desequilibrio. Por tanto, cuando un niño pide que castiguemos a su hermanito, debemos prestar atención a sus sentimientos y abordarlos con él o ella para que no crezca sintiendo que recibe un trato injusto. Si no lo hacemos, si no prestamos atención a su malestar cuando percibe que a él o ella le exigen, regañan o castigan más que a su hermanito, el niño puede desarrollar un sentimiento de rencor y rabia hacia ese hermano e incluso un sentimiento de inferioridad.
Sin embargo, esto no quiere decir que debamos acceder a su petición de castigo. Como ya he dicho muchas veces, los castigos no son muy eficaces a la hora de corregir comportamientos y sí lo son a la hora de generar en los niños inseguridad, ansiedad e incluso más malos comportamientos. Educar en positivo, sin embargo, refuerza la autoestima, confianza y responsabilidad del niño.
¿Qué no debemos hacer?
Utilizar expresiones o comentarios que nieguen los sentimientos del niño o que aumenten la percepción e injusticia;
-“Deja de fijarte en lo que hace tu hermano”, porque estamos negando al niño sus sentimientos…
-“No seas chivato”; “No seas pesado”, porque desde el punto de vista del niño estamos incrementando la injusticia al no regañar o castigar al que se portó mal y decir cosas negativas al que no hizo nada malo.
Qué sí podemos hacer
– En primer lugar reconocer los sentimientos del niño; ayudarle a sentirse comprendido.
– Ayudarle a entender un error de percepción por su parte si lo hubiera para que entienda mejor las diferentes situaciones
– Intentar solventar la injusticia, en el caso que la hubiera con métodos distintos al castigo
Os he transcrito un par de conversaciones que he tenido con mis hijos; una sobre un mando a distancia y otra otra que tuve ayer en casa con mi hija sobre una galleta:
A. Ejemplo en el que el hermano es muy pequeño (año y medio)
Padre: -“Cariño. Tienes toda la razón. María ha hecho algo mal porque ha metido el mando a distancia dentro del vaso de agua y eso es algo que no está bien. Pero es tan tan tan pequeñita que no sabe y no entiende estas cosas.”
Hijo: “Pero lo ha hecho mal”
Padre: – “Si. Lo ha hecho mal, pero no se ha portado mal. No te puedes portar “mal” cuando no sabes hacer las cosas…¿ A que no? Por ejemplo si yo te pido que cocines unos espaguetis….tu no los cocinarías porque no sabes ¿verdad? Pero no te estarías portando mal ni te puedo castigar porque no sabes. Eres muy pequeño para saber cocinar unos espaguetis….¿verdad? Pues tu hermana tampoco sabe lo del mando a distancia todavía. Es muy pequeña ¿Lo has entendido?
Hijo: “Si”
Padre: “¿Ves? Cuando eres mayor entiendes cosas más difíciles que los niños pequeños no pueden entender. Papá te quiere mucho, mucho, mucho”
B. Ejemplo en el que el hermano es un poco mayor (4 años)
Mamá: “Cariño. Es verdad. Tu hermana ha cogido una galleta y la norma es que no se pueden coger galletas sin preguntar. Tienes toda la razón, pero en casa no castigamos”
Hijo: “Pero mamá. Es que ha cogido una galleta sin permiso”
Mamá: “Tienes razón, entiendo que te enfade. Yo no la voy a castigar porque los castigos no ayudan a que un niño se porte mejor. A ti no te castigo, ¿a que no?”
Hijo: “No”
Mamá: Voy a hablar con ella tantas veces como haga falta para que sepa que tiene que recordar las normas y le voy a explicar que si come galletas antes de cenar, luego no tiene ganas de cenar”
Hijo: “Pero mamá. Entonces yo voy a coger galletas también”
Mamá: “Claro que sí hijo. Si tu quieres puedes coger galletas, aunque yo haré lo mismo que con tu hermana. Te recordaré que las normas dicen que no puedes coger galletas sin preguntar”
Hijo: “Vale”
Mamá: “Mamá te quiere mucho, mucho mucho”
Como en muchos otros momentos de la educación, no hay una varita mágica para solucionar estos conflictos o hacer que un niño entienda lo que es justo y lo que no. A veces las mejores herramientas que tenemos como padres son la fe en que educar en positivo, con calma, dará sus frutos a largo plazo y la paciencia para poder seguir en la misma línea las veces que haga falta.
Por Álvaro Bilbao – Autor de “El cerebro del niño explicado a los padres”
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Albaro. Tho hijos eliszos, noto que compiten, que puedes recomendarme, claronque en casa destacamos que cada uno es bueno en diferentes cosas, que el logró de un integrante es el logro de toda la familia, pero que más puedo hacer