Los límites son un tema de controversia asegurada cuando se habla de educación infantil. Para algunos la misma palabra representa una forma de represión hacia la infancia. Para muchos otros hablar de límites no resulta necesario porque parece invitar al maltrato y evita poner el foco en lo que parece ser el único tema de atención en la educación actual; las necesidades de amor y seguridad del niño. Hay personas que en el otro extremo hablan de límites con formas arcaicas que recuerda a aquella “bofetada a tiempo” de la que hablaban nuestros padres y abuelos. Y también los hay que utilizan la palabra límite en términos sensatos y basados en el conocimiento científico pero con tanta cautela como quien maneja una bomba de relojería. No es de extrañar; cada vez más se critica a los profesionales que intentamos defender la importancia de los límites en la educación.
Los límites cuestionados
Hace ya varios años estaba sentado frente a una familia con un niño con serios problemas de comportamiento. El niño apenas tenía 6 ó 7 años, pero llevaba varios años dominando las dinámicas familiares y haciendo sentir a los padres incómodos en muchas situaciones. Yo estuve hablando con ellos y comenzamos un trabajo básico sobre límites y normas que consiste en describir las normas que cada uno de los progenitores tenía en su casa cuando eran pequeños. Por aquel entonces tenía a mi lado a un alumno de prácticas que estaba terminando su formación en el máster, así que cuando terminó la entrevista le pregunté a ver qué le había parecido el caso y cómo abordaría los siguientes pasos. El alumno no entendía muy bien por qué aquellos padres no habían puesto límites a su hijo con anterioridad. Yo le comenté que cada vez más veíamos a padres que habían leído, escuchado o simplemente habían interpretado que los límites no eran buenos para sus hijos. Nunca olvidaré su respuesta tan sencilla como llena de sabiduría: “Eso es peligroso”.
Los psicólogos defendemos la importancia de establecer y enseñar a los niños límites
La realidad es que cada vez nos encontramos con padres que no creen en la idea de que los niños necesitan aprender límites. Estas ideas no provienen del espíritu santo. Existe toda una pseudocorriente educativa, sustentada por padres y madres que están en mayor o menor medida enfrentados con la idea de que hay que explicar a los padres la importancia de los límites. En muchos casos son padres que abrazan ideas muy positivas para el desarrollo del niño como la necesidad de apego, la importancia del afecto o la educación en positivo pero que no tienen una formación real en pedagogía, psicología o neurociencia y que no conceptualiza bien la importancia y el lugar que los límites deben tener en la educación. En muchos casos se sustentan en la idea, totalmente cierta, de que los gritos, los azotes o los castigos pueden ser perjudiciales para el niño para desarrollar todo un modelo educativo en el que los límites o no tienen cabida o son algo que no merecen una atención suficientemente importante. Estas pseudocorrientes defienden ideas tan desacertadas como dañinas para los niños como las que puedes leer a continuación:
1. Los niños no deben frustrarse
2. Los límites NO son necesarios en la educación
3. Los niños crecen mejor sin límites impuestos por los padres
4. No es necesario defender la importancia de los límites porque el niño los va a encontrar de forma natural en la vida
5. Hablar de límites es de alguna manera animar a los padres a reprimir a sus hijos con normas o castigos que sólo perjudican su desarrollo
Estos son los mensajes que con frecuencia nos encontramos muchos psicólogos en las consultas y que a poco que nos metamos en las redes sociales podemos encontrar en foros y colectivos centrados en asegurar el bienestar del niño. Sin embargo, estos mensajes y estas ideas son contrarios a lo que la ciencia dice que es necesario para un correcto desarrollo del niño. No solo eso, estas afirmaciones serían una negligencia profesional si no fuera porque la inmensa mayoría de los que sostienen estas tesis no son profesionales. Los profesionales de la educación y la psicología, o al menos los que se han formado debidamente y tienen un conocimiento sólido acerca de las necesidades evolutivas de los niños, de los procesos de aprendizaje o del desarrollo neurológico defendemos que los límites son necesarios para su desarrollo.
Creo firmemente que la importancia de los padres y madres enseñen límites y normas (de forma positiva) es tan grande como la de darles afecto y seguridad. Por suerte o por desgracia he podido ver a lo largo de mi vida profesional muchos casos de niños y adolescentes a los que la incapacidad de los padres para poner límites les ha hipotecado la vida. De hecho, cuando decidí escribir el libro “El cerebro del niño explicado a los padres” que muchos de vosotros habéis leído lo hice motivado por esa conversación con mi alumno de prácticas y por la cada vez más frecuente falta de límites que veía en las familias y en mi propio entorno. Mi principal intención era la de volver a traer el sentido común al ámbito educativo de mano de los conocimientos que tenemos acerca del cerebro. Un poco más abajo vas a poder leer por qué los límites son necesarios, pero antes de eso quiero darte una brevísima descripción de lo que son los límites para que todos estemos hablando de lo mismo.
Qué son los límites
Desde el punto de vista psicológico un límite es una barrera que una persona pone a otra para evitar que la dañe o que se haga daño a sí misma. Si entiendes que el caparazón de una tortuga le ofrece un límite de seguridad que otros animales no pueden traspasar o que las púas de un puercoespín hacen saber a los depredadores que no se va a dejar comer te resultará fácil entender que los seres humanos también necesitamos poner límites a los demás en determinados momentos. Por ejemplo, si un compañero de trabajo intenta sentarse en tu ordenador o agarra las llaves de tu coche para irse a casa con él, lo saludable es que tú le digas que no lo vas a permitir; estás poniendo un límite para que la otra persona respete tus derechos. De la misma forma si una persona por la calle te intenta atacar lo más probable es que le des un buen golpe para ahuyentarlo o llames a la policía. Los que somos padres o educadores, al igual que todo el mundo, también tenemos límites aunque en nuestro caso tenemos dos particularidades.
La primera es que trabajamos con niños pequeños y eso conlleva que, en muchas ocasiones, tenemos que transmitir nuestros limites con más cuidado ya que los niños deben ser protegidos y porque en la mayoría de las ocasiones el niño no pone mala intención en aquellas cosas que nos molestan razón de más para actuar de forma cuidadosa a la hora de mostrar nuestros límites.
La segunda es que al ser niños pequeños con frecuencia necesitan que nuestro amor y sentido común les ayude a fijar límites de los cuales ellos no son conscientes y pueden poner en peligro su seguridad. Por ejemplo si un niño de 3 años intenta cruzar la calle sin supervisión el adulto deberá poner un límite. Otro ejemplo sería el del niño de diez años que tiene acceso a internet y cuyos padres deciden limitar su acceso a ciertas páginas web ya que no quieren que acceda a contenidos pornográficos. En ambos casos estamos utilizando nuestra capacidad de poner límites para proteger al niño.
Existe todo un área del cerebro que se encarga de aprender y acomodar los límites
Por qué los límites son necesarios
Todos los seres humanos tenemos en nuestro cerebro una serie de estructuras que han evolucionado para acomodar en nuestra mente los límites y las normas que nos encontramos en nuestra vida cotidiana. Acomodamos límites relacionados con nuestro propio cuerpo y el entorno físico como por ejemplo que no podemos volar ni permanecer sumergidos mucho tiempo debajo del agua. Acomodamos límites y normas relacionados con las personas como que si insistes mucho a alguien esa persona se va a enfadar. Límites relacionados con la sociedad como que si pones en peligro la vida de los demás conduciendo borracho puedes acabar en la cárcel y también límites relacionados con nosotros mismos como la cantidad de trabajo Los limites son necesarios por muchos motivos.
1. Para proteger al niño
La primera razón tiene que ver con las necesidades del niño. Como acabamos de ver, en muchas ocasiones los niños pueden estar expuestos a situaciones potencialmente peligrosas para su seguridad física o emocional. Da igual que hablemos de un bebé que está a punto de chuperretear la botella de lejía, un niño que quiere cruzar la carretera o un preadolescente que quiere consumir drogas o pornografía. La labor de los padres es protegerle de estímulos que pueden ser peligrosos en ese momento de su evolución para su desarrollo.
2. Para enseñarle cómo funcionan las personas
Todos los seres humanos tenemos límites; cosas que no queremos hacer o que nos hagan y es bueno que los niños aprendan eso de sus padres. Cuando una mamá o un papá le dice a sus hijos “Dejadme tranquila un segundo” les está enseñando que hay un límite para su paciencia. Cuando les dice “No te quites el cinturón de seguridad” les está enseñando que no va a aceptar que nada ponga en riesgo la seguridad de sus hijos”. De la misma forma, cuando es de noche y el papá o la mamá dice: “No voy a leer otro cuento” les está enseñando que su resistencia mental también tiene un límite.
3. Para ayudarle a desarrollar habilidades emocionales
Cuando un padre le dice a un niño que no le quiere comprar un juguete está realizando una labor muy importante. Le está transmitiendo el mensaje de que no puede tener eso que quiere en ese momento. No quiero decir que haya que decirle a todo que no; lo que quiero decir es que cuando el niño se encuentra con el “no” está aprendiendo una importante lección para la vida. Hay veces en las que no puedo tener o hacer lo que me apetece. Esta es una lección muy valiosa ya que ayuda al niño a ser más resistente ante los obstáculos, a esperar, a esforzarse por conseguir las cosas que quiere y a centrarse en otras tareas que son importantes para su edad, como jugar.
4. Para enseñarle a protegerse
El niño cuyos padres no ponen límites puede sentir en algunos momentos falta de modelos a seguir en muchas situaciones. Los límites que los padres ponen a los niños les ayudan a aprender a poner límites a los demás; a defenderse. El padre que es capaz de decir a su hijo “A mi no me gusta que me insultes y no lo voy a permitir” está enseñándole que no debe aceptar faltas de respeto de los demás. La mamá que dice a su hija “Ni se te ocurra darme una patada” le está enseñando a no dejarse pegar por nadie. Como ves son aprendizajes que se hacen de forma natural, sin que tengamos que explicar al niño cómo debe actuar sino simplemente siendo el mejor ejemplo para que el niño aprenda.
5. Para guiar al niño
Los límites son como las líneas de la carretera. Nos marcan el camino y nos guían para que podamos llegar a nuestro destino. Los límites que el niño se va a encontrar en sus padres, sus profesores y sus propios hermanos va a ser la mejor guía para actuar en su vida. El niño cuyos padres han sido firmes para que no agreda difícilmente se convertirá en un maltratador en la vida adulta. El niño cuyos padres le han puesto límites respecto al respeto por las opiniones de los demás difícilmente hará sentir mal a los demás cuando hablen. Estos límites van a permitir al niño ser capaz de actuar por la vida de una forma más fluída y sin tener que pensar qué debe hacer en cada situación o cada persona.
Defender que los niños necesitan amor no debería estar nunca reñido con explicar a los padres la importancia de establecer límites
A los niños no les gustan los límites
Esto es una obviedad pero que quiero resaltar en este artículo. Los límites son algo que no le gusta a ningún ser humano, sea adulto o niño y hay una buena razón para ello. Los límites y normas son creaciones de las distintas culturas para ayudarnos a sobrevivir y, en muchos casos estos límites se establecen para luchar contra algunos instintos naturales del ser humano. Por ejemplo cuando un conductor que va mirando su teléfono sale de su carril y roza tu vehículo el instinto natural puede ser salir del coche y agredirle o cuanto menos gritarle con agresividad para proteger nuestra seguridad; para defendernos. El instinto natural nos puede decir incluso que estrangulemos a ese conductor irresponsable y es, en muchas ocasiones, lo primero que nos pasa por la cabeza. Sin embargo, en nuestra sociedad hemos establecido una serie de normas y límites que buscan precisamente reprimir esa respuesta natural agresiva. En lugar de estrangular al conductor, nos calmamos, sacamos el parte de declaración amistoso e intentamos solucionar el incidente de forma pacífica. Lo mismo ocurre en muchas otras situaciones como cuando una persona se salta el turno en la pescadería, nos dan un empujón fortuito en un bar o un desconocido intenta ligar con nuestra pareja. Reprimimos instintos agresivos pero también otros instintos como el de correr por la autopista, hacer un comentario sexual a un desconocido que nos parece atractivo o comernos todos los pastelitos en una reunión de trabajo para dejar algunos pasteles a otras personas presentes en la reunión. Como sociedad, hemos convenido que algunos instintos, en algunas situaciones deben ser reprimidos o al menos moderados. Como resultado, vivimos en una sociedad con pocos crímenes, muy segura y en la que podemos compartir los recursos y los espacios a veces tan limitados. Somos capaces de acudir al abarrotado centro de nuestra ciudad abarrotado en las fiestas navideñas, competir por los mejores regalos y las mejores plazas de aparcamiento y regresar a casa sanos y salvos. A cambio tenemos que lidiar con una buena dosis de autorrepresión y frustración, pero que es el precio a pagar por vivir en una sociedad así de segura. Así que la razón de que a los niños no les gusten los límites es que conllevan cierto grado de represión de los instintos y, por tanto, resultan frustrantes.
Sin embargo, a pesar de lo desagradables que puedan resultar (y es que no hay sentimiento más desagradable que la frustración) los límites son enórmemente beneficiosos para el desarrollo emocional del niño precisamente porque le enseñan a canalizar sus instintos en situaciones, momentos y formas apropiados y gestionar de forma positiva todo el esfuerzo y la frustración que conlleva canalizar esos instintos.
Está claro que a los niños no les gustan los límites. Se sienten frustrados y eso les hace mostrarse enfadados y de mal humor, pero eso no quiere decir que no los deban experimentar. Al contrario; los estudios son muy claros al respecto. Una exposición adecuada a los límites, guiada por adultos tranquilos que saben gestionar sus propios límites es la mejor forma para que el niño aprenda a dominar el difícil arte de gestionar su propia frustración de forma positiva.
El fondo es tan importante como la forma
Por todo lo que acabas de leer los límites no sólo son importantes sino que son una de las cosas más importantes que los que somos padres y educadores podemos enseñar a nuestros hijos y alumnos. Los límites ofrecen al niño seguridad, guía, autoconocimiento, protección y autodisciplina.
Detrás de la idea de que los límites no son importantes y de la reticencia de muchos padres a poner algunos límites a sus hijos está una idea acertada. Dar un azote a un niño, gritarle o castigarle de una forma que le humille es perjudicial para su desarrollo. Tenemos cientos de artículos científicos que pueden confirmar que los castigos físicos son perjudiciales para el desarrollo del niño. Sin embargo, ni siquiera todos estos artículos juntos pueden desacreditar el hecho de que los niños tienen la necesidad de aprender límites. De hecho, la Sociedad Americana de Pediatría recomienda a los padres que aprendan estrategias para corregir a sus hijos de forma positiva porque se ha valorado que el hecho de tratar bien a los niños no puede estar reñido con la necesidad que tienen los niños de aprender límites.
Llevo muchos años formando a padres, psicólogos y maestros, atendiendo familias y escribiendo acerca de educación para defender que los niños necesitan ser tratados con respeto. Pero hoy quiero hacer hincapié en que el fondo es tan importante como la forma. En que el respeto con el que debemos corregir a los niños no es más importante que el propio hecho de que en algunos momentos necesitan corrección. Siempre podemos elegir educar a nuestros hijos con respeto o podemos aprender a hacerlo, pero eso no es más ni menos importante que el hecho de que los padres entendamos que los niños necesitan que en algunos momentos les digamos “No”, “Espera”, “No quiero”, “No puedo” o “Lo siento, pero no te doy permiso”. Dedico cientos de horas todos los años a defender que no debemos avergonzar, recriminar, gritar, arrinconar o mandar a los niños al rincón de pensar porque no debemos agredir física o emocionalmente a los niños para que aprendan normas y límites, pero siempre que explico esto hago hincapié en la otra parte del mensaje; no hay nada de malo, ni dañino en ayudar a nuestros hijos a entender cuáles son nuestros límites ni poner límites para que desarrollen disciplina, seguridad, confianza y evitar que se hagan daño a ellos mismos o a los demás. Lo que puede ser realmente dañino es no hacerlo porque la necesidad de aprender normas y límites en nuestra sociedad es tan importante para un niño como la de aprender a leer y escribir, a correr, a saltar o sentirse querido.
Excelente artículo , gracias por escribir y por darnos herramienta a para poder guiar de la mejor forma a nuestros hijos
Hola, Álvaro! En primer lugar quería darte las gracias por todos tus post y la ayuda que nos brindas a los padres. Me encantó leer tu libro y tengo el curso a medias, estoy deseando tenwr tiempo y avanzar un poco. Creo que el problema que tenemos algunos (al menos yo) no es que no veamos la necesidad de límites, sino que no sabemos cómo hacerlos valer de forma respetuosa. En el último párrafo dice que no debemos recriminar al niño. Cómo corregimos sin recriminar?
Te pongo un ejemplo cotidiano para mí. Comida familiar con tíos y abuelos. Niño de 4 años se pone nervioso, llama la atención, tira cosas, se ríe, pega ¿cómo le freno? Normalmente tengo que agarrarle un rato porque si no no para, pero acaba llorando y creo que lo siente como un castigo aunque lo haga de forma calmada. Si le suelto antes de tiempo sigue riendo y “haciendo el mal”.
También le pasa a la hora de acostarse, cuando está más cansado.. intento evitar esos momentos, pero cuando está en plena ebullición de nervios.. cómo sería correcto ayudarle a que se relaje? Intento hablarle tranquila, que respire, despistarle.. pero no hay manera.
Me imagino que tendrás mil mensajes así y entiendo que no puedas contestar pero te dejo estos temas como sugerencia:
– ejemplos de correcciones respetuosas. Cómo hacer valer los límites con respeto
– cómo ayudar a un niño en estado de nervios a calmarse
Gracias!
Que información más atinada.
Gracias
Excelente mensaje
Gracias por la luz.
Excelente mensaje y muy claro.
Muy buen mensaje, muy necesario para los padres jóvenes que así evitarán cometer errores en la crianza de sus hijos.
Hola gracias por todo lo que nos aportas soy una madre que pone límites porque ellos no pueden andar por la vida sin saber que se debe y que no hacer y como comportarse ante la sociedad.tengo una Niña de 5 años y me ha tocado dura la educación por problemas de salud que he tenido más de momento 3 años sin su papá solo de forma virtual pero tengo una Niña excelente buen comportamiento y sabe que caundo digo noooo es porque es noooo.Sus consejos son perfectos y veo que voy educando de la forma correcta.Antes de daba mucho castigo sentada acostada y hasta le pegaba ahora no de solo hablar de la mejor forma me ha dado mejores resultados.Cuando me hace una crisis la dejo unos minutos sola le doy besos le hago cosquillas y todo bien.muchas gracias.
Totalmente de acuerdo con tu artículo, pero a la hora de poner los límites… cómo lo hacemos?
Vi en otro sitio que no vale con dar solo una instrucción sino que hay que poner una consecuencia, por ejemplo si el niño está tirando comida habría que decir, si tiras la comida la voy a retirar de la mesa. No valdría con tan solo decir no tires comida.
Y es que es verdad, si se pone un límite y ellos lo traspasan, que hacer en ese caso?
Mil gracias por todo
Tengo una nieta de 18 meses,ya sabemos que la televisión es perjudicial.Pero se puede ver un ratito semanal dibujos animados y alguna película de Disney.Gracias.