Cuando un bebé va a llegar a la familia, los hermanos mayores pueden tener los nervios a flor de piel. Esto es lo que le ocurrió a Jacee, la hija mayor de Dedé. Acompañó a sus padres al hospital, pero le dijeron que no podía entrar en el paritorio para ver nacer a su hermano. Pensaron que no era apropiado. La niña de 12 años rompió a llorar. No quería perderse uno de los momentos más especiales de su vida.
Sin embargo, el ginecólogo reparó en la niña llorando en la puerta del paritorio y le preguntó qué le ocurría. Ni corto ni perezoso pidió permiso a los padres para contar con una asistente especial y de esa manera Jacee literalmente “asistió” al parto de su hermano pequeño. Este es el documento gráfico.
Las caras de emoción dejan claro que fue una experiencia preciosa e inolvidable para la niña. En sus propias palabras: “Estaba muy emocionada y algo asustada. Me daba miedo hacer algo mal, pero ha sido el mejor momento de mi vida”.
Según parece el nacimiento de esté bebé traerá recuerdos doblemente felices a toda la familia. Esta es una bonita historia, pero también una muestra de que a veces los problemas no se encuentran en el camino sino que son obstáculos que llevamos con nosotros. Compartir momentos felices con nuestros hijos, ya sea preparando la cena, decidiendo el color de las paredes de su habitación o haciéndoles un huequecito en nuestra cama nos permite establecer conexiones emocionales que nos unirán para siempre.
Por Álvaro Bilbao – Autor de “El cerebro del niño explicado a los padres”
Hola! La verdad es que es una història muy emocionants. Nosotros somos padres de 3 peques(ya no tan peques, tenemos uno en cada etapa) cuando nació nuestro tercer hijo, teniamos muy claro que los primeros en verlo seria los dos heemanos. Despues de passar-se unas buenas horas en la sala de espera y de batallar los dejaron entrar a la sala de parto cuando el Peque nació… Fue muy emocionants y la verdad es que la relacion que tienen entre ellos és màgica… Lo volveriamos a hacer