Desconexión. Una palabra que nos atrae y nos asusta. Todos queremos desconectar de vez en cuanto y a la vez nos aterra estar desconectados. Queremos desconectar e irnos al campo o pasear por una playa desierta absortos de todo lo que ocurre en el mundo. Respirar aire fresco y sentir la brisa sin pensar en nada más. Es una necesidad. Pero a la vez hay algo que nos impide desconectar cada vez más.
Hiperconexión
Antiguamente, es decir hace 12 o 15 años, cuando una persona esperaba a un amigo en la puerta de su casa, cuando tomaba el transporte público hacia su trabajo o cuando simplemente daba un paseo sus manos estaban relajadas, metidas en los bolsillos, sobre las rodillas o moviéndose levemente con el vaivén de sus pasos. Su cerebro también parecía libre de actividad y siempre hemos interpretado estos momentos como momentos de relax. Hoy en día, la irrupción de la tecnología en nuestras vidas es tal que la mayoría de nosotros consultamos el teléfono en todas estas situaciones. Algunos ayuntamientos han decidido poner semáforos en los bordillos para prevenir accidentes a todas aquellas personas que deambulan por la calle con los ojos fijados en su teléfono. Cada vez hay más interés por saber cómo esta hiperconexión digital puede influir a nuestro cerebro. Todavía no tenemos una respuesta clara, aunque no tenemos duda de que lo hará de alguna manera. Cualquier actividad que repetimos con cierta frecuencia deja una huella en forma de conexiones neuronales y debemos reconocer que conectarse a internet es una actividad repetida hasta la saciedad para muchas personas.
Internet es adictivo
Desde hace un par de años sabemos que las conexiones a internet son adictivas. Las personas con una tendencia genética a “engancharse” tienden a perder el control con más facilidad, pero prácticamente la totalidad de personas que disponen de un teléfono inteligente consultan información con más frecuencia y en más contextos de lo que nos gustaría o elegiríamos libremente. Los padres atienden al móvil más que a sus hijos con excesiva frecuencia, las parejas de enamorados comparten su amor en y con las redes sociales y hasta sabemos que la siniestralidad al volante ha aumentado por nuestra dificultad para decir “NO” a la tentación digital. Internet engancha porque al cerebro humano le encanta conocer nueva información e internet nos proporciona dosis de esta droga siempre que queramos.
Beneficios de la desconexión digitial
Los principales beneficios de la desconexión digital se centran en tres áreas bien diferenciadas. En primer lugar reducción de niveles de ansiedad asociados al uso compulsivo del móvil. La información nueva es muy estimulante para nuestro cerebro, pero si no sabemos gestionar este estímulo adecuadamente puede provocar una especie de frenesí en el que perdemos sensación de control y seguridad, haciendo que aumente la ansiedad. En segundo lugar, la desconexión facilita que entremos en estados mentales de relajación reduciendo el estrés. En tercer lugar podemos hablar de que la desconexión es un facilitador para establecer comunicaciones cara a cara lo que sabemos tiene un efecto positivo sobre nuestro sistema inmunológico y activador una vez más de la respuesta anti-estrés. En último lugar menos tiempo en internet (especialmente en las horas antes de dormir) suponen más horas de sueño y mejor calidad del sueño, todo ello también relacionado con menores niveles de estrés y una mejor activación del sistema inmunológico.
Son muchas las cosas que podemos hacer para reducir el grado de conexión a las redes. Existen aplicaciones que nos permiten regular el número de veces que consultamos el móvil o que nos motivan si consumimos pocos datos en un día concreto. Para muchos, la desconexión digital no pasa por controlar el uso sino ofrecer ventanas de tiempo libres de estimulación. Sólo con dormir en una habitación distinta a la de nuestros dispositivos ya ganaremos horas y calidad en el sueño. Para conseguirlo sólo hace falta rescatar o comprar un viejo despertador a pilas y recordar cada noche dejar el teléfono cargando en la cocina. Para otras personas la desconexión debe comenzar a la hora de la cena, momento en el que apagan sus dispositivos. Otros, practican la desconexión un día a la semana haciendo que, por ejemplo el sábado sea un día en el que no interaccionan ni con el ordenador ni con el teléfono móvil. Para otros es simplemente un lujo que se reserva para las vacaciones; 4 semanas en verano liberados del frenesí que supone mirar internet. Sea como fuera para todas estas personas desconectar significa ganar en calidad de vida, desconectar del mundo para conectar con la paz interior, con la calma y con el estar con uno mismo sin estar pendiente de lo que ocurre en el mundo.
Hoy en día sabemos que, antiguamente, hace 7 años, cuando aparentemente nuestro cerebro parecía no hacer nada, en realidad hacía muchas cosas. Cuando no estamos conversando, ni trabajando, ni recibiendo información de nuestros teléfonos móviles nuestro cerebro activa toda una serie de redes neuronales que almacenan información favoreciendo una mejor memoria y recuerdo. También se activa el sistema inmunológico realizando tareas de reparación en el propio cerebro y favoreciendo una sensación de relajación enormemente placentera. El último sistema que se activa cuando aparentemente no hacemos nada es lo que conocemos como “red por defecto”, un sistema de redes neuronales que se encarga de hacer algo muy importante para nosotros. Mientras paseamos, viajamos en transporte público o esperamos aparentemente sin hacer nada esta red se encarga de calcular infinitas posibilidades para solucionar nuestros problemas cotidianos, preocupaciones y metas en la vida de la manera más efectiva. Cada día si apagamos nuestros dispositivos y renunciamos al fruto de los últimos 100 años de desarrollo tecnológico podremos disfrutar de los beneficios de millones de años de evolución neurológica. Todo un sistema de regulación intelectual y emocional que nos permite reducir el estrés, la ansiedad y nos facilita tareas como la memorización, el recuerdo y la resolución de problemas.
Practico la desconexión digital cada noche y al menos 15 días en verano, y debo decir que muchos de los mejores ratos del año ocurren durante estos ratos de desconexión. Para muchos que practicamos la desconexión digital resulta una liberación no poder ser encontrados y no tener nada que buscar. Para mi es lo más parecido a regresar a la infancia y conectar con el presente sin deberes ni preocupaciones. Durante mucho tiempo he explicado en mis conferencias que las nuevas tecnologías, bajo la promesa de conectarnos con todo el mundo, iban a acabar por desconectarnos de las personas que más queremos. Hoy en día creo que el verdadero problema está en que si no desconectamos al menos en distintos ratos al día o la semana, perderemos la conexión con nosotros mismos.
Por. Álvaro Bilbao – Autor de “El cerebro del niño explicado a los padres” y “Cuida tu cerebro y mejora tu vida” Ambos publicados por Plataforma Editorial
Cuanta razón. Gracias por todo lo que públicas. Muchas cosas son sentido común pero se nos olvida y está genial que alguien nos lo recuerde!!! Ahora que tengo dos bebés uso muy poco el móvil y vivo el día a día y soy feliz. Ojalá fuéramos siempre conscientes de que la felicidad está en cosas muy pequeñas, en gestos, paseos al aire libre, miradas… Y eso no se ve tras la pantalla.