5 recuerdos que tus hijos no tendrán de sus abuelos

1. La leche en polvo

No había nada que me revolviera más la tripa que ver a mi abuela sacar un bote de leche en polvo y mezclarlo con el agua…Ante la frase de mi madre de…”Si es igual que la de casa” sigo sin estar de acuerdo. No se lo que era pero entrar en casa de los abuelos era descubrir un mundo nuevo de sabores, objetos y texturas. La leche en polvo, las figuras de cristal, la mesa camilla, el olor a colonia “Floid” o “Barón Dandy”, la encimera de marmol desgastado, el mueble bar y ese olor a naftalina que salia de los armarios.. Posiblemente tu hijo tenga otros recuerdos…pero esos mismos no los tendrá.

2. Subirse a la bici estática

Me acuerdo perfectamente de subirme a la bici estática en casa unos abuelos…y en la de los otros también. Será porque ahora los pisos son más pequeños o será porque ahora vamos más al gimnasio pero la verdad es que ninguno de los abuelos de mis hijos tiene bici estática en casa y es una pena porque era un gran recuerdo. Eran blancas y azules, de puro hierro y como se te cayera encima te podías dar por muerto!!! Recuerdo subirme encima, mover la palanca de cambios que sen encontraba debajo del sillín y meter los pies en los estribos…porque no eran pedales…eran auténticos estribos.

3. Que le cuenten “batallitas” de la guerra

Es verdad que las batallitas de la guerra no nos las empezaron a contar hasta que éramos algo mayores. Pero vaya si daban juego. Todavía lo recuerdo como si fuera hoy. Sentado con mis padres o con mi hermano alrededor de la mesa camilla y escuchando de los tiempos en los que tenían una gallina en la cocina para que todos los días hubiera alguno de los niños que comiera algo de proteína. O aquella vez que quisieron llevarse a mi abuelo a fusilar símplemente porque tenían una radio en casa. Y recuerdo que mi abuela Carmen decía…”Si se lo hubieran llevado…tu madre no habría nacido y tu no estarías aquí”. La verdad es que me impresionaba más el hecho de que “se lo llevaran” y la historia de la gallina. Afortunadamente nuestros hijos no vivirán estas historias porque tenemos la suerte de haber crecido en una época de paz. Quizás las historias que los abuelos puedan contar hoy en día no den para hacer un guión de Hollywood, pero sin duda es importante que los abuelos cuenten a sus nietos cosas de cuando eran jóvenes porque ayuda a los niños a tener perspectiva, a sentirse afortunados y ubicarse en la historia.

4. Que le tiren de los mofletes

No todos los abuelos lo hacían, pero apuesto a que al menos uno de tus cuatro abuelos sí que lo hacía; estirarte de los mofletes hasta dejarte el carrillo anestesiado. En mi familia el encargado de esta labor era el abuelo Pepe. Ponía a prueba nuestra resistencia con un buen pellizco en medio de la cara. Había otro tipo de maldades y maltratos como estirarte del pelo mientras nos llamaba “indio” y soltaba una carcajada cuando le decíamos….”¡Para abuelo!”. Nunca me sentí maltratado, aunque si dolorido por unos instantes.   Como neuropsicólogo no puedo recomendar a ningún abuelo que lo haga porque este tipo de juegos pueden tener el efecto contrario al que se busca…en lugar de hacer al niño más resistente pueden provocar que sea más sumiso a la hora de aceptar malos tratos de otros, pero tampoco voy a descalificar a ningún abuelo que todavía lo haga si lo hace con mucha mesura y cariño…todavía hoy nos reímos de los pellizcos del abuelo Pepe cuando me junto con mi hermano y nuestros primos.

5. Que le de dinero como si le estuviera pasando droga

Qué recuerdos…ese momento en el que tus padres decían…”Nos vamos” y tu abuela se acercaba a tí y de una manera disimulada te “pasaba” esa monedita de cien pesetas…como el que pasa una papelina de heroína… Escondía tan bien el dinero entre sus dedos arrugados que a veces ni tu mismo veias el dinero, solo sabías lo que te daba cuando lo tocabas.. Desconozco a que se debía este fenómeno.  Posiblemente tuviera que ver con que cuando éramos pequeños nadie vivía con tanto derroche como lo hacemos ahora…En este mundo consumista en el que vivimos, entregar una moneda a un niño ya no es algo “obsceno”, especial o secreto como era entonces, pero os tengo que confesar que a mi me gustaba esa complicidad que se establecía con la abuela cuando te “pasaba” esa monedita clandestina.

Como has podido ver los niños tienen una gran plasticidad cerebral y son capaces de sacar una lectura positiva (o al menos un aprendizaje) de cualquier situación. Compartir tiempo con personas de otra generación y más aún si son nuestros abuelos que despiertan una emoción especial en nosotros es una de las cosas más enriquecedoras para los niños.

Por: Álvaro Bilbao. Autor de El cerebro del niño explicado a los padres

 

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