Es muy común que, en algún momento de la crianza y educación de tus hijos, te encuentres con situaciones en las que sientas que tu hijo te está desafiando. Este comportamiento puede generar frustración, cansancio e incluso dudas sobre si lo estamos haciendo bien como padres. Desde mi punto de vista como Neuropsicólogo infantil que trabaja todas las semanas con familias debo decirte que este no va a ser un post en el que leas que son conductas sin importancia porque en mi experiencia profesional estos desafíos pueden acabar derivando en problemas graves de comportamiento. Así que en este post vas a poder comprender (1) por qué los niños desafían, (2) qué comportamientos son normales y cuando debemos alarmarnos y (3) cómo podemos actuar cuando tus hijos te desafían.
¿Por qué me desafía mi hijo?
Los niños, en su proceso de desarrollo, experimentan distintas etapas en las que necesitan poner a prueba sus límites y los de sus cuidadores. A veces, lo que llamamos “desafío” es simplemente una forma de expresar su identidad, explorar o expresar emociones que aún no saben manejar. El desafío en los niños suele aparecer como una reacción natural frente a los límites que los padres establecemos. Es importante entender que el desafío no siempre es un acto de rebeldía, sino una señal de que el niño está atravesando por una etapa de desarrollo en la que necesita comprender el mundo a su manera.
Algunos motivos por los que tu hijo podría desafiarte incluyen:
Necesidad de independencia: A medida que los niños crecen, desarrollan un fuerte deseo de autonomía. Este deseo les lleva a poner a prueba los límites que los padres establecen para comprobar hasta dónde pueden llegar por sí mismos.
Necesidad de cubrir sus necesidades de desarrollo: A veces los niños necesitan hacer lo que necesitan hacer porque su cerebro tiene un instinto que les lleva a hacer cosas que le ayudan a aprender y desarrollarse.
Falta de habilidades para manejar sus emociones: Los niños aún no han desarrollado plenamente las habilidades para regular sus emociones. Cuando se sienten abrumados o frustrados, es posible que recurran al desafío como forma de expresar lo que sienten, ya que no saben cómo hacerlo de otra manera.
Búsqueda de atención: A veces, los niños desafían a sus padres porque quieren ser escuchados o porque sienten que no están recibiendo la atención suficiente. Incluso el comportamiento negativo puede ser un intento de conectar con nosotros, aunque sea de forma equivocada.
Frustración ante los límites: Los niños no siempre entienden por qué deben seguir ciertas normas, y su natural impulso explorador puede llevarles a retar las reglas para intentar conseguir lo que desean.
Cuándo debemos preocuparnos
Hay comportamientos normales que pueden percibirse como desafíos. Imagina que quieres volver a casa justo cuando tu hijo está a punto de trepar a un árbol por primera vez. Puede responderte “No” y es muy posible que no lo haga para desafiarte, sino símplemente porque quiere terminar lo que estaba empezando y que es importante y emocionante para ella o él.
Sin embargo, también hay desafíos que pueden percibirse como comportamientos normales. Imagina que dices a tu hijo que es la hora de bañarse y él te responde “¡Cállate, tonta!”; cuando insistes tu hijo te pega un manotazo. Con frecuencia veo padres que interpretan estos comportamientos como normales para la edad del niño y no le dan importancia cuando en realidad si deberían dársela porque las faltas de respeto si son importantes.
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Estas son las señales que deberían preocuparnos y hacer que seamos más firmes y claros con los límites si cabe:
1. Cuando el niño “pasa” de nosotros consistentemente
Es totalmente normal que pidamos cosas a los niños y no nos hagan ni caso porque están enfrascados con sus juegos; símplemente no están prestando atención. También es posible que nos respondan que no con cara de enfado y frustración; eso quiere decir que entienden pero que quieren reafirmar su deseo de seguir jugando. Pero hay ocasiones en las que los niños símplemente deciden pasar de nosotros; nos escuchan pero no les importa lo que les estamos pidiendo. En esos casos es importante ayudar al niño a entender que lo que papá y mamá decimos es importante.
2. Cuando las negociaciones son constantes
Si cada vez que pides a tu hijo o hija que se vaya a bañar, que se siente a cenar, que se cepille a los dientes o que se ponga el cinturón de seguridad en el coche tu hijo o tu hija negocia es importante que entendamos que está desafiando nuestra capacidad para poner límites y normas.
3. Cuando hay insultos
Los insultos suelen ser la primera falta de respeto de los niños. “Eres tonta”, “Eres malo”, “Eres fea y mala”. Es normal que los niños prueben estas fórmulas para ver si recuperan el control, pero debemos hacerles saber que faltar el respeto no es una opción válida.
4. Cuando nos habla de forma despectiva
A veces los niños no insultan, pero nos pueden hacer sentir mal con su forma de hablar. Puede ser la forma en que nos mira o la forma en la que nos habla o el hecho de que utilice la ironía o el sarcasmo para dirigirse a nosotros cuando le pedimos algo. El desprecio es una forma de desafío a la que yo siempre recomiendo poner límites de forma clara y firme.
5. Cuando hay agresiones
Da igual que tu hijo tenga 2 años o 16. Si te pega pon un límite claro y firme. Si tiene dos años, hazle saber con calma pero mucha firmeza que eso que acaba de ocurrir no se puede volver a repetir. Si tiene 16 años llama a la policia y para que se lleve un buen susto y le quede claro que eso que ha hecho tendrá mayores consecuencias la próxima vez. Las agresiones no son ninguna broma a ninguna edad y es algo que debemos tener claros como padres.
Puede que todo lo que acabas de leer te haya puesto en alerta y quizás no haya sido lo suficiente ecuánime, pero llevo muchos años trabajando con familias como para saber que es mejor poner límites cuando son pequeños que permitir que estas faltas de respeto se derivan en problemas de comportamiento dentro de la familia.
Desafío en niños, ¿cómo actuar?
Cuando un niño nos desafía, la manera en que reaccionamos marcará la diferencia entre fomentar un comportamiento respetuoso o entrar en un ciclo de luchas de poder. Estas son algunas pautas clave para manejar la situación:
1. Mantén la calma
Responder con gritos o castigos impulsivos solo aumentará la tensión y enseñará a los niños que la manera de resolver la frustración es dejarnos llevar por la rabia. Si reaccionamos con serenidad, enseñamos a nuestros hijos a manejar sus emociones de la misma forma. Respira profundo antes de responder y recuerda que es un momento de aprendizaje.
2. Define límites claros y coherentes
Los niños necesitan reglas predecibles para sentirse seguros. Si hoy les decimos que algo está prohibido y mañana lo permitimos, se sentirán confundidos y tenderán a desafiar más. Mantener la coherencia en las normas es clave.
3. Ofrece opciones dentro de los límites
No siempre es posible, pero en ocasiones podemos dar opciones. Por ejemplo, si se niega a ponerse el pijama, puedes decirle: “¿Quieres ponerte primero la camiseta o el pantalón?”. Esto le da una sensación de control dentro de un marco establecido. Ahora bien, no debemos confundir dar opciones con ser permisivos; si crees que se debe poner el pijama se lo tiene que poner. Decirle algo como “¿Quieres ponerte el pijama ahora o después de cenar?” sólo va a demorar la discusión de forma innecesaria.
4. Valida sus emociones sin ceder ante el mal comportamiento
Es importante que el niño se sienta escuchado y comprendido. Puedes decir algo como: “Entiendo que estés enfadado porque no puedes seguir jugando, pero es hora de cenar”. Validar su emoción no significa ceder, sino ayudarle a entender sus propios sentimientos.
5. Evita las luchas de poder
¿Te imaginas a tu jefe diciendo…”Tienes que hacer el informe porque te lo pido yo y soy tu jefe”? Sería ridículo, ¿verdad? Las personas con autoridad no necesitan recordar a los demás que la tienen, así que evita decir frases como “Aquí mando yo”, “Yo soy tu madre y me tienes que obedecer”, “Lo vas a hacer porque lo digo yo”. Simplemente di lo que tiene que hacer y mantente firme.
6. Refuerza los comportamientos positivos
Los niños responden mejor al refuerzo positivo que al castigo; esto es algo que repito todas las semanas a las familias con las que trabajo. Evita premios o recompensas pero reconoce los progresos por pequeños que sean. En lugar de centrarte en lo que hace mal, destaca lo que hace bien. Un simple “Me ha encantado cómo has guardado tus juguetes cuando te lo he pedido” puede tener mucho poder para ayudarle a colaborar mejor la próxima vez.
7. Sé paciente y consistente
El aprendizaje lleva tiempo. Es posible que tengas que repetir una norma muchas veces antes de que la asimile. La clave está en ser firme pero afectuoso, sin rendirse ante la frustración.
Conclusión
El desafío infantil es parte del desarrollo normal y un medio que los niños usan para explorar su entorno y sus emociones. Sin embargo, hay algunos comportamientos ante los que debemos actuar. La mejor manera de actuar es con paciencia, coherencia y respeto, manteniendo límites claros sin perder la conexión con nuestros hijos.
Educar no se trata de ganar batallas, sino de guiar a nuestros hijos para que aprendan a regularse y a relacionarse de manera sana. Si mantenemos la calma y aplicamos estrategias efectivas, ayudaremos a nuestros hijos a crecer con seguridad, respeto y confianza.