Las actividades que tus hijos deberían hacer después del colegio

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Los primeros años de vida son cruciales para el desarrollo cerebral, pero a menudo, los padres malinterpretan esta información y creen que deben estimularlo con diversos métodos que en realidad no son efectivos. Entonces, ¿cómo podemos los padres ayudar a promover el desarrollo de nuestros hijos? La respuesta es brindarles amor, jugar con ellos y ofrecerles oportunidades para explorar el mundo. El cerebro de un niño está programado para aprender de sus padres, por lo que, durante los tres primeros años de vida de mis pequeños, realizamos juntos estas actividades después del colegio.

1. Mucho parque

El parque, con su diversidad de juegos y espacios, se presenta como el escenario ideal para estimular y potenciar la capacidad psicomotriz de los más pequeños. En este entorno lúdico y libre los niños tienen la oportunidad de experimentar y enfrentarse a una variedad de situaciones que requieren toma de decisiones. Al trepar, deslizarse, correr y jugar, no solo están desarrollando su coordinación y equilibrio, sino también aprendiendo valiosas lecciones sobre la causa y efecto.

Arriesgarse, probar nuevas cosas, cometer errores y, a veces, caerse, son partes esenciales de este proceso. Cada caída y error se convierten en oportunidades para que el niño comprenda, reflexione y adquiera resiliencia, preparándose para los desafíos que la vida pueda presentarles en el futuro.

2. Ir a hacer la compra

Caminar permite que los niños liberen energía y canalizarla de manera positiva. Este ejercicio ayuda a fortalecer sus músculos y a mejorar su coordinación motora. A nivel psicológico, explorar el entorno les proporciona un sentido de independencia y autoconfianza, fundamentales para construir una resistencia emocional.

El supermercado o la ferretería son escenarios de aprendizaje. Los niños observarán y cuestionarán los productos, materiales y personas que encuentren. Esta es una de las actividades extraescolares para niños de 2 a 3 años que les permite expandir su vocabulario, y desarrollar una comprensión más profunda del mundo.

3. Jugar en la alfombra

El juego entre padres e hijos es una de las formas más efectivas de construir una relación sólida y amorosa. Al interactuar juntos fortalecemos el vínculo emocional y se establece un ambiente de confianza. Esta interacción permite que transmitamos a nuestros hijos conocimientos, y también valores, actitudes y habilidades.

Ya sea jugando con sus muñecos, enfrentándose a un rompecabezas o creando construcciones con bloques, cada juego es una oportunidad para el aprendizaje. Esta interacción favorece el desarrollo cognitivo, emocional y social del niño, mientras que fortalece la conexión y entendimiento entre ambos.

4. Juego libre

El juego libre fomenta la autonomía, la creatividad y el pensamiento crítico. A través de este, el niño descubre el mundo a su ritmo, construyendo una confianza en sus propias habilidades y en su capacidad para interactuar con el entorno. Cada exploración, cada intento, cada error y éxito, le enseñan que puede enfrentar desafíos y saciar su curiosidad.

Para facilitar un ambiente propicio para el juego libre, es crucial minimizar las distracciones externas. Esto implica apagar estímulos constantes como la televisión o los dispositivos móviles y ofrecer un espacio seguro donde puedan investigar y experimentar. Finalmente, es de suma importancia respetar sus momentos de concentración para no quebrar su flujo creativo y su proceso de aprendizaje.

5. ¡Todos a la piscina!

La experiencia acuática puede ser muy gratificante, y no es imprescindible inscribirse en clases especializadas. Sumergirse en el agua juntos es una de las mejores actividades extraescolares para niños de 0 a 3 años para fortalecer el vínculo afectivo, ya que en este entorno, el niño busca la guía y el apoyo de sus cuidadores, consolidando así una profunda sensación de confianza y seguridad.

La familiarización gradual con el agua es clave. Al principio, sencillos juegos y risas mientras se salpican pueden ser suficientes para crear un ambiente relajado y divertido. A medida que el niño se sienta más cómodo, puedes ir introduciendo pequeños retos, como ayudarle a sumergir suavemente su cabeza en el agua, siempre mostrando que estás ahí para él.

6. Abrazos, besos y caricias

Durante los primeros años de un niño, la conexión física y emocional con sus cuidadores es fundamental para su bienestar. Cada abrazo, beso y caricia refuerza su sentido de seguridad y pertenencia. Estos gestos fortalecen el vínculo padre-hijo y activan respuestas neurobiológicas que favorecen el desarrollo cerebral.

La liberación de oxitocina, la “hormona del amor”, no solo promueve la formación de lazos afectivos, sino que también contribuye a la creación de conexiones neurales esenciales para el aprendizaje. Estas demostraciones de cariño impulsan la autoestima del niño, preparándolo para interactuar con confianza en el mundo.

7. Leer cuentos

Leer cuentos es una de las mejores inversiones de tiempo y afecto que puedes ofrecerles. Esta es una de las actividades extraescolares para niños de 3 a 4 años que fomenta algunas habilidades lingüísticas, ampliando su vocabulario y mejorando su capacidad de expresión. ¡También agudiza su memoria y potencia la concentración!

A través de las historias los niños aprenden sobre el mundo, sobre valores, emociones y relaciones humanas. Además, este momento fortalece el vínculo entre padres e hijos creando recuerdos invaluables. Por lo tanto, no subestimes el poder de un cuento antes de dormir o en cualquier otro momento del día: cuantos más, ¡mucho mejor!

8. Conversar sobre el día

Las conversaciones entre padres e hijos son fundamentales en el desarrollo cognitivo y emocional de los pequeños. Al centrar estas charlas en el presente, se fomenta una comunicación abierta y sincera y se potencia la habilidad del niño para prestar atención y concentrarse. Estar plenamente presente en el momento actual permite al niño absorber y procesar la información de manera más efectiva.

Por otro lado, cuando las conversaciones giran en torno a eventos recientes, como lo que sucedió durante la tarde o el día, se incentiva la capacidad del niño de reflexionar, memorizar y recordar. Este tipo de diálogos refuerza la habilidad del pequeño para consolidar recuerdos, a la vez que le ofrece un espacio seguro donde compartir y revivir experiencias, fortaleciendo el lazo afectivo con su madre.

En conclusión, el tiempo que los padres pasan con sus hijos es un tesoro invaluable que fortalece los lazos familiares y fomenta el desarrollo integral de los pequeños. Las actividades después del colegio que podéis compartir no sólo sirven como medios de entretenimiento, sino que también brindan oportunidades de aprendizaje, exploración y crecimiento emocional. Cada risa, juego y conversación no solo enriquece el día a día, sino que construye recuerdos que perdurarán toda la vida.

Por Álvaro Bilbao. Autor de El cerebro del niño explicado a los padres.

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