No se si en vuestra casa ocurre algo similar al fotomontaje que he colocado en la cabecera… En mi casa, sin duda, sí.
Estoy seguro de que habrá muchas excepciones, pero según parece este retrato es bastante habitual. En el caso concreto de la foto, la percepción de la madre sería la correcta ya que lanzar al aire a un niño menor de dos años está contraindicado. Sin embargo hay muchas otras situaciones en las que padres y madres actúan distinto. En la mayoría de familias el padre tiende a hacer más el “bruto” (“¡¡Vamos a tirarnos por aquí!!”) con sus hijos y la madre tiende a valorar estos comportamientos como arriesgados. De manera recíproca, el padre tiende a observar sobreprotección en situaciones en las que la madre está cuidando al niño (“¡No te tires por ahí!”). Estas formas distintas de interaccionar con los niños pueden llevar a pequeños conflictos en las parejas y por eso me he afanado en buscar una explicación que nos ayude a todos un poco.
Llevo un par de años buscando estudios que hayan evaluado si existen diferencias en la percepción del peligro entre padres y madres y hace unos días encontré una serie de interesantes investigaciones que abordar este tema. Los psicólogos del Child Study Center de la Universidad de Yale eligieron a 71 mamás y 41 papás y les dejaron en una sala interaccionando con sus hijos. Observaron a padres y madres jugar con sus hijos y, cada cierto tiempo, tomaron muestras de saliva para comprobar cuál era la respuesta hormonal de estos papás y mamás a distintos tipos de interacción.
Los resultados indicaron que los padres segregaban más oxitocina (la hormona del vínculo) cuando realizaban juegos que implicaban más actividad y movimiento (y por tanto más riesgos), mientras que las mamás segregaron más oxitocina cuando estaban en contacto físico íntimo con el bebé. En otras palabras; los papás tendían a mover más a sus bebés y se sentían más felices y unidos a ellos cuando la interacción implicaba movimiento, mientras que el momento en el que las mamás se sentían más unidas a sus hijos era cuando interaccionaban de una manera más íntima, sosteniéndolo en brazos, besándolo o abrazándolo.
Es posible que la educación que hayamos recibido influya en estas diferencias pero también parece claro que la cantidad de testosterona en el cerebro del hombre nos hace más tolerantes al riesgo y los estrógenos en el cerebro de la mujer intensifican el instinto protector. Desde mi punto de vista, lejos de ser un motivo de discusión en la pareja, posiblemente estas diferencias reflejen un beneficio programado por la madre naturaleza. Me explico. Todo niño viene dotado en origen de un padre y una madre (al menos biológicamente). Al mostrar actitudes ligeramente distintas hacia el juego y la interacción con el niño posiblemente estamos aportando experiencias de aprendizaje distintas que enriquecen su desarrollo psicológico.
No me cabe duda de que habrá padres cuyo instinto de cuidado y protección supere al de la madre y madres incitadoras al movimiento por encima de lo que su pareja desearía. Está claro que no se puede generalizar y tampoco creo inteligente centrar el debate sobre las diferencias de género ya que hay muchas otras variables que serán distinta entre dos miembros de una pareja y que no tienen nada que ver con el género. Puede que un padre sea más ordenado y otro más desordenado, uno más introvertido y el otro más extrovertido, uno más relajado y el otro más obsesivo o simplemente uno más alegre y el otro más serio, y esto ocurre así porque tendemos a buscar parejas que sean complementarias a nosotros. Y es bueno que ocurra así porque así enriquecemos los recursos psicológicos de nuestros hijos y su manera de ver el mundo. Así que la próxima vez que una actitud de tu pareja te resulte chocante (dentro de unos límites “razonables”), en lugar de criticar y discutir, se comprensivo, deja que tu pareja interaccione a su modo….
Por Álvaro Bilbao – Autor de “El cerebro del niño explicado a los padres” (Plataforma Editorial)
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