Estrés es una palabra muy familiar para todos los que somos padres o madres de niños pequeños. El estrés es, junto con el agotamiento el trastorno emocional más frecuente entre los padres de niños pequeños. Es probable que esto no sea una nueva noticia para tí porque la mayoría de padres y madres de niños pequeños convivimos con situaciones que son potencialmente estresantes. Cansancio, falta de sueño, llantos, visitas de urgencia al pediatra o símplemente situaciones difíciles con los niños que no sabemos como manejar. ¡Y estas son sólo situaciones que vivimos en casa! A todo esto hay que sumarle los estresores habituales en la vida de toda persona que tienen que ver con el trabajo, el tráfico, las finanzas y la relación de pareja y que, en muchos casos se vuelven más difíciles y caóticas con la llegada de los hijos. Así que sí. ¡Es normal que estés estresado o estresada!
En este post, sin embargo, quiero ayudarte a utilizar esa capacidad para conectar con tus propias causas de estrés para que puedas empatizar con tus hijos. No se trata de minimizar tu malestar o sufrimiento, sino al contrario, que puedas aliviarlo. ¿Y por qué centrarme en el estrés de tus hijos puede ayudarme a aliviar tu propio estrés? Pues muy sencillo porque cuánto más tranquilos y conectados estemos todos en casa, más sencillo será que los niveles de estrés de toda la familia sean menores. Imagínate que pudieras reducir un 80% los conflictos o situaciones difíciles con tus hijos. ¿No te sentirías más relajada durante las tardes y más satisfecha cuando te metieras en la cama?
Estresores comunes en niños y en los padres
1. Las discusiones
A nadie le gusta discutir. Ni siquiera a las personas que les gusta meterse en discusiones. Las discusiones y los conflictos interpersonales son una de las situaciones que más aumenta los niveles de cortisol (la hormona del estrés). Lo curioso es que la mayoría de personas no tienen que estar involucradas en una discusión para sentir este estrés…. les basta con escuchar una discusión para que todos sus alarmas se disparen. Para los padres es estresante escuchar a los niños discutir…y para los niños….sigue leyendo
Lo que sienten los padres:
“Cuando escucho gritos y peleas me pongo en estado de alarma. No quiero que mis hijos se lleven mal”
Lo que sienten los niños:
“Odio cuando mis padres discuten. Me duele escuchar que se hablan mal, me siento vulnerable y si gritan…me siento aterrorizado”
2. Que no nos hagan caso
Otra situación que genera angustia y estrés en los seres humanos es sentirnos ignorados. Todos los seres humanos necesitamos de los demás para sobrevivir. Sentirnos escuchados nos da una sensación de importancia y significado y hace que nos sintamos más importantes y seguros dentro del grupo. Es por eso que a muchos adultos les altera cuando sus hijos no les hacen caso o ni siquiera parecen escucharles cuando les hablan. ¿Te ha pasado? Pues si sigues leyendo verás que a tus hijos también les pasa.
Lo que sienten los padres:
“Te he pedido 5 veces que recojas tus juguetes” (me agota mentalmente tener que repetir lo mismo 5 veces)
Lo que sienten los niños:
“Mamá…Mamá…Mamá…Mamá….¡Que me hagas caso mamá!” (Necesito tu atención para sentirme valioso. A veces siento que no te importo…Me agota tener que repetir lo mismo 5 veces).
3. Que nos presionen
Una forma en la que las personas podemos conseguir cosas que queremos es presionar a los demás. Es una estrategia tan antigua como desagradable para quien la sufre porque experimentar presión psicológica hace que nos sintamos más vulnerables dentro del grupo y eso es algo que dispara nuestros niveles de estrés. A tí te pasa cuando tus hijos te presionan y a ellos cuando son presionados por tí.
Lo que sienten los padres:
“¡Ahora no puedo hacerte caso! ¡Espera un momento!” (Mi cerebro se bloquea ante la presión y no puede pensar ni razonar)
Lo que sienten los niños:
“¡No quiero cenar más! ¡Estoy lleno!” (Mi cerebro se pone en modo de lucha para protegerse de cosas que pueden hacerme daño).
4. Los cambios de planes
Otro estresor universal tiene que ver con los cambios de planes. Cuando era estudiante de psicología el método más efectivo para aumentar los niveles de estrés en las ratas de laboratorio era simplemente cambiar su jaula de sitio y alterar sus rutinas. Y es que para funcionar de forma correcta y sentirnos seguros necesitamos cierto grado de rutinas y certezas. A nadie le gusta que le cambien los planes. Nos produce cierto grado de incertidumbre y, de hecho, los cambios de planes suelen ser un disparador de las discusiones y el estrés. A los adultos nos pasa y los niños no son una excepción.
Lo que sienten los padres:
“¡¿Pero no me has dicho hace un minuto que querías un yogur de postre?!” (Mi cerebro se pone en alerta cuando las cosas no salen como esperaba)
Lo que sienten los niños:
“¡¿Pero si me habías dicho que me ibas a leer un cuento!?” (Mi cerebro se pone en alerta cuando cambian los planes y se asusta si percibo que no puedo contar contigo).
5. Demasiada información
Otra situación a la que el cerebro reacciona de forma natural produciendo cortisol es el exceso de información. Cuando recibimos más información de nuestro entorno de la que podemos procesar nuestro cerebro se siente abrumado y segrega cortisol que intenta aumentar nuestro ritmo cardiaco y nuestra presión arterial porque experimentamos esa situación como potencialmente peligrosa. Es algo que a veces en un entorno laboral puede ser canalizado para sacar más trabajo adelante (por periodos breves) pero que nos hace sentirnos frustrados y enfadados. Veamos cómo afecta a padres y niños de forma similar.
Lo que sienten los padres:
“¡No puedo cocinar, limpiar y escucharte a la vez!” (Saturación de la capacidad de atención)
Lo que sienten los niños:
“¡Que ya te he oído, pero que estaba guardando otra cosa!” (Su cerebro siente estrés cuando no puede procesar varias órdenes seguidas).
6. El final del día
Seguro que ya has observado que la mayoría de discusiones en casa ocurren al finalizar el día. Es totalmente normal. El cansacio acumulado durante el día hace que distintas regiones cerebrales sean menos eficaces a la hora de filtrar información, mantener un ánimo positivo o resolver conflictos interpersonales. Todo ello nos hace más vulnerables al estrés, la falta de paciencia y los enfados.
Lo que sienten los padres:
“¡Pero….! ¡¿Os queréis ir a dormir ya?! (Cuando el cerebro está cansado pierde la capacidad de autocontrol)
Lo que sienten los niños:
“¡Mamaaaaaaaá! ¡Ven a la cama….tengo miedo!” (Cuando su cerebro está cansado tiende a sentirse más vulnerable e inseguro).
No somos tan distintos
Como has podido ver, padres e hijos sufrimos estrés por situaciones muy similares, aunque a veces su experiencia es incluso peor que la de los padres porque tienen menos recursos intelectuales y emocionales, porque dependen de nosotros y son más vulnerables. Aprender a entender a tus hijos te ayudará a entenderte a ti mismo. Prevenir situaciones difíciles y abordar el estrés de tus hijos con más comprensión y de forma positiva.