La contaminación forma parte del paisaje de muchas familias. Para mucha gente no tiene mayor importancia y otros lo aceptan con resignación. Los que sufren o tienen hijos con problemas respiratorios entienden de los efectos que tiene sobre el sistema respiratorio, pero la mayoría no saben cómo afecta al desarrollo cerebral. Sin embargo los científicos advierten: la exposición a contaminación en edades tempranas (desde el embarazo hasta al menos los dos años de edad), puede interferir en el desarrollo cerebral y está asociado a una mayor prevalencia de dificultades cognitivas. Algunos incluso apuntan a que la principal razón de que en entornos urbanos los casos de déficit de atención sean más frecuentes que en entornos rurales tiene que ver con el efecto de la contaminación en el desarrollo del feto y del cerebro durante los dos primeros años de vida. Y no hace falta irse a las grandes urbes de China para encontrar efectos adversos de la contaminación en el desarrollo cerebral. Muchos de estos estudios están hechos en grandes ciudades de Europa y América.
La razón por la que el aire contaminado parece interferir en el desarrollo cerebral es multifactorial. Durante el embarazo, el aire contaminado respirado por la madre pasa al torrente sanguíneo y de ahí al cerebro del bebé. Durante este periodo se pueden llegar a crear 12.000 nuevas neuronas por minuto en el cerebro del feto. Una vez han sido creadas estas neuronas comienzan un proceso de migración para posicionarse en las estructuras cerebrales que se irán formando. Según parece las partículas tóxicas pueden interferir en las señales químicas del cerebro, haciendo que el proceso de migración sea ligeramente defectuoso. Por explicártelo con un ejemplo muy gráfico sería como si en una piscina de natación sincronizada vertiéramos ceniza hasta hacer que el agua estuviera muy turbia. Las nadadoras ya no podrían verse bien y perderían la sincronización.
Una vez ha nacido el niño y es capaz de respirar por sí mismo las partículas tóxicas pasan rápidamente de los pulmones al torrente sanguíneo y se van depositando en el cerebro, ya que este órgano es receptor de aproximadamente un tercio de todo el oxígeno que entra en nuestro cuerpo. Estas partículas tóxicas parecen interferir por un lado en la creación de conexiones neuronales y por otro podrían provocar una reacción inflamatoria mínima en el cerebro que podría provocar distintos tipos de alteraciones en los procesos atencionales. Todavía queda mucho por descubrir, pero lo que parece seguro es que el aire contaminado, la polución con todas las partículas de monóxido de carbono, dióxido de carbono, ácido nítrico, diócxido de carbono y CFCs no son muy buenos para el desarrollo cerebral del niño.
¿Qué podemos hacer los padres?
Esta es una buena pregunta, ya que no hay estudios ni ensayos clínicos que demuestren que se pueda hacer mucho para revertir estos efectos. Sin embargo, el sentido común y otros estudios sobre cómo responde el cerebro a otras sustancias y hábitos sugieren que sí que hay cosas que podemos hacer.
1.Dormir mucho y bien.
Una de las funciones del sueño es ofrecer descanso y permitir la activación plena del sistema inmunológico. Así mientras duermes todo tu organismo se afana en realizar labores de mantenimiento y reparación y sabemos que a nivel cerebral esto se traduce en un proceso de depuración y eliminación de sustancias tóxicas como todos los compuestos químicos procedentes de la contaminación. Así que si estas embarazada, intenta no descuidar el sueño y si tienes hijos pequeños, no descuides sus horas de sueño.
2.No metas al enemigo en casa
A estas alturas del siglo XXI posíblemente no sea importante decir esto, pero evita a toda costa fumar en los mismos espacios en los que está el bebé o la mujer embarazada. Si tu pareja te pide que salgas a la terraza o que no fumes en el coche, no pienses que es un capricho. Es una pauta de sentido común y de gran importancia para la salud y desarrollo cerebral de tus hijos.
3. Lava bien frutas y verduras
Los pesticidas utilizados en la agricultura contienen partículas químicas que pueden pasar también al torrente sanguíneo y acumularse a otras partículas tóxicas en el cerebro de la mamá embarazada y del bebé.
4. Evita en la medida de lo posible colorantes y conservantes
Muchos de los aditivos alimenticios (conservantes y colorantes) tienen un efecto similar al que puede tener el aire contaminado, en el sentido de que pueden provocar pequeñas reacciones inflamatorias, por lo que muchos autores los desaconsejan dentro de una dieta neurosaludable. En pequeñas dosis la mayoría de estos productos son seguros, pero en cantidades mayores y sumado a otros factores como la contaminación podrían contribuir a dificultades en el desarrollo intelectual. En cualquier de los casos, siempre os recuerdo que conviene consumir alimentos frescos bien lavados y pocos alimentos envasados o procesados.
5. Cuidar más el medio ambiente
Puede que seas de los que piensa que solos los gobiernos y las grandes corporaciones pueden solucionar los problemas del planeta, pero lo cierto es que tomar decisiones sencillas como tomar el transporte público en lugar de conducir, reciclar tus residuos o elegir un coche gasolina en lugar de uno diesel son medidas eficaces y rápidas para reducir los niveles de contaminación de tu propia cuidad. No esperes a que lo haga tu vecino, comienza siendo tu un ejemplo para los demás y para tus propios hijos.
Por Álvaro Bilbao – Autor de El cerebro del niño explicado a los padres (Plataforma Editorial)
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