A cualquier edad hay niños que entran en la escuela llenos de felicidad y otros que lo hacen entre grandes lagrimones. Para los padres de estos últimos presenciar las lágrimas de su hijito puede ser desgarrador. Comenzar la escuela más bien tarde que pronto y realizar un periodo de adaptación bien diseñado e implementado son los dos factores que más pueden ayudar a prevenir los lloros, pero la realidad es que siempre hay niños para los que los primeros días de escuela son un poco más difíciles.
Siempre me gusta recordar que no hay obligatoreidad de escolarizar al niño hasta los 6 años y que en algunos casos puede que el niño simplemente no esté preparado. Existen otras opciones como quedarnos en casa, apoyarnos en los abuelos o buscar una “madre de día” siempre y cuando las circunstancias de la familia lo permitan, algo que por otra parte no suele ser habitual. Sin embargo, también quiero decir que el hecho de que el niño llore el primer día no quiere decir que no esté preparado o que no pueda adaptarse con un pequeño esfuerzo por parte de padres, maestros y el propio niño permitiendo que disfrute de una manera muy positiva de la escuela en esta etapa de su desarrollo.
Hablar con los profesores y conocer como pasa el día el niño puede ayudar a los padres a estar más tranquilos y tomar mejores decisiones.
Una cosa que suele ayudar a los padres es hablar con los profesores y preguntarles cómo ha pasado el día el niño. En algunos casos (aunque es algo muy infrecuente) el niño puede llorar durante periodos largos y puede ser una señal de que el niño no está preparado. En otros casos el niño llora cuando nos separamos y luego pasa el día sin llorar pero dando muestras de tristeza, como por ejemplo mostrarse cabizbajo, explorar poco, buscar poco apoyo de los maestros, lo que indica que el niño todavía no tiene confianza en el entorno. Sin embargo, también es frecuente encontrarnos con el niño que llora cuando sus padres se van a marchar, pero que a los 2 minutos está totalmente tranquilo y a los 5 está jugando feliz y tranquilo. Conocer esta información puede ayudar a los padres a estar más tranquilos y tomar mejores decisiones.
Lo que más ayuda al niño a adaptarse es que en la escuela se diseñen e implementen protocolos de adaptación adecuados.
¿Cómo podemos ayudar al niño a adaptarse más rápido?
Si tu hijo se encuentra entre los que lloró el primer día y temes que pueda volver a repetirse presta atención porque estas pautas os pueden ayudar saber manejar la situación.
1. Mantén una actitud positiva
Los niños perciben más del lenguaje no verbal que del verbal sobre todo cuanto más pequeños son. Tu principal trabajo cuando el niño está experimentando un mal momento es confiar; confiar en que será capaz de superar la situación. Con todo tu apoyo y todo el apoyo de sus profesores. Mostrarse tranquilos y confiados no siempre ayuda o soluciona el problema, pero en cualquier caso siempre es mejor que mostrarse nervioso o con lágrimas en los ojos.
2. Domina la rutina
Tener una rutina bien establecida ayuda a los niños a sentirse más seguros y saber como van a funcionar las cosas. Los primeros días es difícil tener las rutinas establecidas, pero ayudará enormemente tener preparada la mochila, la merienda, salir a la hora o llegar pronto. Sí, llegar pronto (no una hora antes, pero sí 5 minutos antes o inclu
3. Ayúdale a conectar con el presente
En algunos casos el llanto es una muestra súbita de angustia, pero en otros casos responde a un miedo anticipatorio. Por eso a muchos niños les ayuda conectar con el presente y la manera más sencilla de lograrlo es evitar hablar de la escuela o lo que va a ocurrir y utilizar en presente continuo, es decir: “Estamos guardando la merienda en la mochila”, “Ahora estamos metiéndonos en el coche” “Mira que perrito tan bonito está paseando esa señora”, “Estamos llegando a la escuela”. No tenemos que reproducir la fórmula literalmente, pero es mejor decir, “Vamos a esperar aquí, en la puerta” que decir…”Dentro de un momento van a abrir la puerta”.
4. Auxíliate de un objeto transicional
Muchos niños tienen un peluche o muñeco de trapo que llevan consigo o con el que comparten la cama. Si es el caso de tu hijo, puedes preguntarle la noche anterior si quiere llevárselo a la escuela para que le haga compañía. Puede sonar artificial, confiar en un muñeco inerte, pero en muchos casos la asociación positiva que ha generado el niño durante sus primeros años con el muñeco es suficiente para aportarle la confianza que necesita.
5. Evita mostrar ansiedad de separación
Tu calma es el mejor aliado para que el niño se sienta tranquilo, aunque no siempre es suficiente. De lo que no cabe duda es que verte a ti angustiada/o y cubierta/o de lágrimas va a ser lo que más desazón le provoque, por lo que como venimos recordando estos días debes evitarlo a toda costa.
6. Evita ofrecer recompensas
Puede resultar tentador decir al niño que si se calma o no llora le compraremos un juguetito, pero este tipo de “chantajes” son poco eficientes y sólo suelen hacer que el niño pierda confianza en su propia capacidad.
7. Evita a toda costa los enfados
Si algo puede hacer que la angustia del niño aumente eso es ver a su papá o su mamá enfadado con él o con ella. En la mayoría de los casos los padres que se enfadan con sus hijos no lo hacen porque crean que va a ser la solución, sino porque su propia angustia por ver al niño llorar y la frustración de no poder calmarlo hacen que se sientan desbordados. A pesar de que pueda ser relativamente normal, debemos hacer todo el esfuerzo por estar tranquilos ya que como acabamos de comentar nuestro enfado sólo va a agravar la angustia del niño.
8. Dale un beso antes de irte
Este es un punto en el que suelen coincidir todos los psicólogos. A veces puede resultar tentador irse sin despedirse mientras el niño no mira. A veces incluso los maestros te pueden animar a marcharte “a la francesa”. Sin embargo esta treta es muy poco recomendable porque sólo hará que el niño se sienta más desamparado o incluso desconfíe de ti. No se trata de hacer una despedida larga y dolorosa al más puro estilo “Titanic”, pero sí de despedirte de tu hijo/a, darle un beso y decirle que le quieres antes de marcharte. Se que es no es un plato de buen gusto, pero para el niño es mejor sentir que te despides de él, que le dices lo mucho que le quieres y que te vas (aunque se quede llorando y a ti se te rompa el corazón) que desaparecer cuando menos se lo espera, sin haberle dicho nada.
9. Nunca, nunca, nunca te asomes por la ventana
Para los padres cuyo niño se quedó tranquilo asomarse por la ventana puede servir para satisfacer su curiosidad. Sin embargo, por muy tentador que parezca, para los padres cuyo niño se quedó llorando asomarse por la ventana solo puede servir para acentuar la angustia del niño y la razón es muy sencilla. El niño que llorando, ve asomarse a su mamá por la ventana no sabe interpretar la situación. No sabe si eso quiere decir que su mamá va a ir a buscarlo o si se va a asomar cada ratito para darle confianza. El caso es que el niño se enfoscará en esperar o buscar a su madre en la ventana de manera intermitente porque el estímulo demasiado poderoso como para que su cerebro lo olvide así como así.
10. Refuérzalo cuando vayas a buscarlo
A medida que pasen los días el niño se irá sintiendo cada vez un poco más tranquilo, llorará un poquito menos, entrará en clase un poquito antes y los profes te dirán que se calmó antes que los días anteriores. Si es así no te olvides de reforzar al niño, diciéndole cosas como “Carmen, ¡esta mañana has entrado al cole mucho más tranquila!” Poco a poco tu reconocimiento le servirá de apoyo para estar más calmada y en control de su miedo”.
La verdad es que no es fácil dejar a un niño llorando en una clase nueva, con unos compañeros nuevos y con un profe nuevo. Siempre os recomiendo que habléis con los profes en estos primeros días para ver si el nivel de angustia es “relativamente normal” y si ven progresos a medida que pasan los días. En la mayoría de los casos los niños se adaptan en pocos días y comienzan a disfrutar de sus nuevos compañeros y maestros. En algunos pocos casos la adaptación es muy larga y costosa y puede ser recomendable hablar con el orientador o con un psicólogo infantil que nos ayude a valorar si el niño todavía no está preparado o si hay algunas estrategias más concretas que le puedan ayudar.
Espero que este post te haya gustado, pero sobre todo que lo que has podido leer aquí te ayude a tí y a tu pequeñajo a superar los llantos durante los próximos días!
Por: Álvaro Bilbao. Autor de “El cerebro del niño explicado a los padres“
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