Acabo de regresar de una semana de vacaciones en la playa con mis hijos y casi me da algo. Los niños parecía que estaban poseídos! Mis hijos estaban insoportables y muchos de vosotros me habéis comentado que estáis sufriendo en vuestras carnes los rigores del verano y el exceso de tiempo libre en el comportamiento de vuestros hijos. La razón de que esto ocurra es muy sencilla; los niños necesitan cierto nivel de organización y dirección de su tiempo para saber lo que tienen que hacer y lo que no. Además su cerebro está diseñado para aprender y si se pasan el día sin nada que hacer su cerebro buscará algo para entretenerse; por ejemplo, chinchar a su hermano… Cuando salimos de la rutina esa organización se pierde y el niño está más nervioso. Los míos en concreto han estado más chinchones, llorones, desobedientes, gritones y respondones que nunca. Pero afortunadamente la segunda noche creamos un plan de choque que ha funcionado francamente bien y que voy a compartir con vosotros en este post.
Vamos con las 10 medidas de choque:
- Horario y organización: Fijamos una hora de despertar, una hora de comer, una hora de salir de casa, una hora de cenar y una hora tope para dormir. Todo muy relax y vacacional pero bien organizado y claro.
- Rutinas: Las horas más difíciles para los niños son las que no estamos en la playa o la piscina, así que pensamos unas rutinas sencillas para ayudar a los niños. Por la mañana ir a la compra, después de la siesta pusimos la merienda y jugar a las cartas, antes de la cena pusimos el baño (que lo habíamos dejado un poco olvidado). La verdad es que funcionó.
- Pon negro sobre blanco: Hicimos un pequeño horario (en papel) con las rutinas del día. Las pequeñas no lo podían leer (porque no saben) pero pusimos dibujos y ellas mismas se encargaban de pedir al mayor que se lo leyera cuando las olvidaban. Nuestro fallo fue poner las horas en formato 24 horas, aunque ahora el de 6 años sabe restar 12 de maravilla.
- Movimiento: El ejercicio físico ayuda a reducir el estrés por eso nuestra primera rutina después de desayunar (antes de que hiciera mucho calor) fue ir a comprar el pan y la fruta. Eso permitía que la primera hora de la mañana estuvieran en movimiento en lugar de estar tumbados en el sofá esperando la hora de la playa.
- Responsabilidades: El cerebro del niño disfruta haciendo cosas útiles. Asignamos a cada uno de ellos unas responsabilidades relacionadas con hacer sus camas, poner la mesa, recogerla y ayudar en la cocina. Estaban encantados de ser los “encargados” de sus tareas. De hecho cuando detectamos conflictos les dimos más responsabilidades; cuando veíamos que estaban chinchones o aburridos, no esperábamos a que se armase. Les pedíamos que hicieran algo útil. Podía ser ir a preparar la merienda del resto, o acompañar a mamá a echar gasolina al coche. Cualquier actividad les parecía buena idea.
- Normas claras para los días de vacaciones: Una cosa curiosa de las normas es que pueden perderse fuera de contexto. De alguna manera cuando nos vamos de vacaciones parece que no hace falta lavarse los dientes o que no pasa nada por desobedecer. Los que me conocéis sabéis que no soy de castigos, pero sí de normas. Mi favorita de este verano; para poder tomar un helado por la tarde hay que obedecer antes de que papá o mamá cuenten tres. Mi hija mediana no se ganó el helado el primer día (pensaba que iba de farol), el resto de los días ha reinado la “ley del frigopié”.
- La siesta ese gran invento!!!. Nunca había entendido porqué la siesta es el gran invento español hasta este verano. Para los niños pequeños (menores de 5 años) la siesta es fundamental. Les ayuda a descansar y les permite afrontar la tarde con otro ánimo. Los dos primeros días de vacaciones en los que no se echaron siesta nos pasamos la últimas dos horas de la tarde y la cena escuchando lloros y más lloros. Mi recomendación; instaura la siesta desde el primer día.
- Divide y vencerás: Conseguir que los niños se echen la siesta en el mismo cuarto puede ser muy complicado. Nosotros pusimos a la mediana en el cuarto de los niños, a la pequeña en nuestro cuarto y al mayor en el salón. De esta manera conseguimos que por lo menos las dos pequeñas se durmieran. También les dividimos los días que estaban muy chinchones; el que estuviera más enredón se venía conmigo a hacer alguna cosa y los otros dos se quedaban más tranquilos.
- Tiempo fuera: Ya hemos hablado de la importancia de separar a los niños cuando están estresados, pero para no perder el control los padres también necesitamos tener algún momento libre a lo largo del día. Nosotros conseguimos darnos en días alternos un rato de desconexión total. Un día mi mujer se iba una horita a la playa sola y al día siguiente lo hacía yo. La verdad es que ese ratito salvó alguna situación en la que la tensión hubiera sido demasiado alta.
- Repasa con ellos la noche de antes lo que va a ocurrir al día siguiente. Tener en mente lo que va a ocurrir al día siguiente puede ser realmente un salvavidas. Ayuda a los niños a interiorizar las rutinas, a estar preparados para lo que va a ocurrir al día siguiente y estar más tranquilos.
La verdad es que a veces los padres pecamos de inocentes al pensar que dejarles toda la libertad en vacaciones es una buena idea. Si están en un entorno libre con primos y amigos puede ser genial, pero si están encerrados en un piso o si el nivel de actividades es demasiado bajo el tiro nos puede salir por la culata. A nosotros este sencillo plan de choque nos ha funcionado la mar de bien. Hemos acabado nuestra semana de vacaciones contentos, satisfechos y más unidos de lo que la empezamos.
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Álvaro Bilbao www.elcerebrodelniño.com