Hoy tocaba examen de matemáticas. Y como siempre que voy a recogerlo en un día de examen o me lo encuentro después de que lo recoja su madre, esto es lo que le he preguntado:
-“¿Qué tal fue tu día?”
Ni más, ni menos. No le pregunto si el examen fue fácil o difícil. Ni si le dieron la nota. Ni si cree que aprobará o no. Ni siquiera si supo poner todo lo que sabía o se le olvidó algo.
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Y tengo la costumbre de no preguntarle esas cosas, por estas 7 razones:
1. Porque quiero que sepa que lo importante para mí es él. No sus notas ni su expediente.
2. Porque quiero que sepa que si quiere, me puede contar y si no quiere no tiene por qué hacerlo.
3. Porque no quiero que sienta que mi prioridad es fiscalizarlo ni dirigir su vida.
4. Porque quiero que siempre se alegre de verme.
5. Porque si mi padre viniera a buscarme al trabajo y lo primero que me dijera fuera..”¿Qué tal los pacientes?, hijo” sentiría un gran vacío entre los dos.
6. Porque creo que así él se siente responsable de sus cosas.
7. Porque la comunicación para que funcione bien y perdure en el tiempo debe de ser libre (hablamos si queremos) recíproca (tu cuentas – yo cuento) y resonante (hablamos de las cosas que conectan con nuestras emociones).
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De momento nos funciona bien. Siempre se tira y a mi cuello y me cuenta muchas cosas, de los temas que le interesan. Y me gusta que sea así. La mayoría de las veces nos ponemos a hablar de sus cosas y se me olvida por completo preguntarle por su examen. Esos días, a la hora de la cena se le suele ocurrir a él solito contarme la nota que sacó. Suelen ser buenas notas porque le gusta aprender, le resulta fácil recordar y ve los estudios como una responsabilidad suya y no mía. A veces no nos acordamos ni él ni yo de hablar del examen en todo el día y suele ocurrir también que cuando estamos desayunando al día siguiente me acuerdo y exclamo…
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– “Diego! ¿Qué tal te salió el examen de ayer!!!?”
– “¡Bien! ¿Sabes una cosa? Hoy voy a jugar con José Miguel y Marcos a los Slugs Evolucionados.
– “Pues disfrútalo, hijo. Disfrútalo.”
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No quiero decir que no debamos mostrar interés por sus exámenes. ¡¡Claro que podemos preguntar a nuestros hijos por sus exámenes!! Pero intenta que no sean las primeras palabras que escucha de tu boca. Antes de preguntar, dale por lo menos algo de tiempo para ilusionarse con tu llegada y otro momento para correr y liberar el estrés de un duro día de escuela y examen.
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Por Álvaro Bilbao – Autor de “El cerebro del niño explicado a los padres”
Hola Alvaro.He leido tu lubro hace un tiempo,soy educadora y apasionada por la Neurociencia.Actualmente estoy dando forma a un proyecto lúdico de Neurociencias.
Me interesa contactarte.
EDUCAR ES UNA LABOR DE.AMOR.
Maravillo, la mirada hacia la infancia
Álvaro eres muy muy muy grande.Hay instituciones q no saben lo q han perdido.Maravilloso trabajar contigo.
Gracias Hortensia!!! Que ilusión leerte (aunque no reviso mucho los comentarios y casi ha pasado un mes)! Me acuerdo mucho de todo el equipo de auxiliares, sois unas grandísimas profesionales y hacéis una labor increíble con los usuarios. Mil gracias por todo lo que me habéis enseñado y ayudado estos años. Dales un abrazo de mi parte a todas tus compañeras!
Grande alvaro, !!eres muy grande!!
Me encanta! Yo trabajo en un colegio e intentamos trasmitir a los padres que la nota no es lo importante. Lo que importa es el proceso y que aprendan. Y que en eso haya disfrute para seguir aprendiendo.
Mi pregunta es, cuando las notas no van tan bien y hay que estar más pendientes para ayudar, se conversa con ellos? O la conversación debería darse entre escuela y familia?