Hoy es el día de la madre y se pueden decir muchas cosas acerca de las madres. Desde que su labor no está reconocida, que necesitan más apoyo o que madre no hay más que una. Sin embargo hoy quiero decir algo más personal de mi experiencia con mi madre, que posiblemente no se alinee con ninguno de estos mensajes. Hace unas mi madre me dio una caja que tenía en un armario de casa llena de fotos, apuntes y otras cosas. Entre esas cosas descubrí este expediente psicológico. Es un expediente del que he hablado muchas veces en conferencias pero que creía totalmente extraviado y fue muy reconfortante ver como aquel expediente que yo recordaba vagamente era algo real que podía tocar y tener entre mis manos. Y al tenerlo entre mis manos me trajo una sensación que hoy quiero compartir con vosotros.
Cuando tenía unos 10 años nos hicieron una serie de tests psicológicos y de aptitud intelectual en el colegio. Mis puntuaciones (no las podéis ver todas por pudor) fueron generalmente normales para mi edad, aunque los resultados en las pruebas de memoria fueron muy bajas. Al parecer nadie le dio mucha importancia porque aunque me costaba aprender algunas cosas, mis notas se mantenían en niveles “normales”. Todo el mundo debió pensar que debió ser algún despiste o fallo psicométrico. Con 14 años ya me costaba más aprender y estudiar. Suspendía dos o tres asignaturas por trimestre. Estaba en 8º de EGB, el preparatorio para el BUP, y volvieron a hacer pruebas de aptitud intelectual con el mismo resultado. Mis puntuaciones en las pruebas de memoria eran muy bajas. Tan bajas que al psicólogo le pareció llamativo y decidieron hacerme más tests psicológicos. Las pruebas volvieron a indicar que mi capacidad de memoria era extrañamente baja. Muy por debajo de mi puntuación en otras pruebas y en unos niveles que indicaban que había un problema.
Me costaba memorizar y recordar lo que aprendía. El psicólogo se reunió con mi padres y les comentó sus impresiones; “Le cuesta aprender y recordar y sus notas están bajando sobre todo en las asignaturas en las que tiene que memorizar más” También fue claro con ellos: “Con estas dificultades de memoria, casi podemos descartar que pueda ir a la universidad”
Mi madre me explicó la conversación con el psicólogo y yo, con mis 14 años no supe bien qué decir o pensar. Ni siquiera se si me importaba ir o no ir a la universidad. Sin embargo, mi madre tenía claro que mi problema de memoria podría ser un obstáculo en el camino pero no un impedimento. Durante días, semanas, meses y años se sentó a mi lado tarde tras tarde a enseñarme a hacer resúmenes, esquemas, graficos y tarjetas de repaso. Se sentaba en mi habitación a leer el periódico mientras yo estudiaba y luego me tomaba la lección. Cuando olvidaba algo me decía que eso era en lo que nos teníamos que centrar; me ayudaba a relacionar información y recordarlo. Repasábamos una y otra vez, hasta que me lo sabía de memoria, aunque en lo que más insistía y lo que más me ayudaba eran los esquemas y gráficos de estudio. “Si no has escrito nada es que no has estudiado”.
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Hoy en día sabemos que la memorización no lo es todo pero también que muy posiblemente algunas de sus estrategias fueron muy acertadas. De lo que no cabe duda es de que mi madre hizo las cosas lo mejor que supo.
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Y las hizo bien. Unos años después saqué una de las mejores notas en la selectividad de mi colegio. Cursé psicología porque quería ayudar a los demás y cuando estudiaba la carrera me di cuenta de que me resultaba relativamente fácil aprender y recordar porque mi cerebro hacía muchas de las cosas que practiqué con mi madre de manera automática. Y cuando terminé la carrera me dieron una beca completa para hacer la residencia en neuropsicología en Estados Unidos. Toda mi formación de postgrado se financió con becas por mi buen expediente. Curiosamente me doctoré en psicología a los 27 años con una tesis sobre problemas de memoria, estoy especializado en desarrollo y rehabilitación de la memoria e imparto dos asignaturas en la universidad sobre la memoria. Mi primer libro se tituló “Me falla la memoria”.
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No quiero decir que todos los niños puedan mejorar sus capacidades de una manera tan significativa a base de esfuerzo, aunque sabemos que el cerebro tiene una gran plasticidad y que podemos educar a los niños, hasta cierto punto, para que atiendan, aprendan, razonen o memoricen mejor. Sin embargo, esto no es lo que quiero transmitiros con este post. La verdad es que cuando el otro día encontré este expediente de mis pruebas psicológicas recordé esa conversación con mi madre y todas estas tardes en las que enseñó a mi cerebro a aprender y recordar mejor. Y pensé que debía a mi madre el haber sido capaz de recordar tantas y tantas cosas que he aprendido en la escuela, en la carrera y de todos mis pacientes. Pero en realidad me di cuenta de que mi madre me enseñó algo mucho más importante.
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Me enseñó a no rendirme ante las dificultades. Me enseñó a ser persistente, a luchar por mis metas y objetivos. Y creo que eso es lo que he hecho toda mi vida. En realidad nada de lo que he hecho ha sido fácil. Todavía tengo mala memoria; en mi trabajo tengo fama de desmemoriado. Para mi no ha sido fácil estudiar la carrera. Es verdad que saqué muy buenas notas, pero también es verdad que estudié muy duro. Era el primero en llegar a la biblioteca y el último en marcharme. Tampoco fue fácil hacer la tesis doctoral; trabajaba por las mañanas y dedicaba muchas tardes y fines de semana a investigar y escribir los resultados. Tampoco fue fácil escribir el primer libro, ni el segundo ni el tercero. Todos ellos me han llevado incontables horas de preparación, estudio y escritura. También creo que, ahora que soy padre, mi capacidad de esfuerzo es lo que me ha permitido enfrentarme a esta labor con toda la ilusión y confianza.
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No todo es mérito del esfuerzo personal. Le debo muchas cosas a todas las personas que me he encontrado por el camino y que me han enseñado, me han dado oportunidades y me han apoyado. La verdad es que nadie hace las cosas solo. Todos tenemos que apoyarnos en los demás para poder avanzar y en la primera persona en la que nos apoyamos es en nuestra madre. Todas (o casi todas) las madres del mundo son como mi madre. Desde el momento del parto se esfuerzan para darnos la vida y se esfuerzan cada día de su vida por educar a sus hijos. De la mejor manera que saben y pueden. Dando el pecho a pesar de los dolores. Levantándose a las tantas para dar el biberón. Acudiendo a las reuniones de la escuela que son siempre a deshora. Trabajando más fuerte, más duro y más horas que los que no son padres por dar a sus hijos una educación, un plato en la mesa o un beso de buenas noches cuando solo quieres caer rendida en el sofá. Mi madre ha hecho muchas cosas para ayudarme. La que ha quedado grabada en este expediente psicológico que comparto con vosotros es sólo una de ellas.
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Hoy es el día de la madre y se pueden decir muchas cosas acerca de las madres. Aunque yo, por esta y por todas las demás cosas que has hecho por mi solo quiero decirte una cosa. Gracias mamá. Te quiero.
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Que hermoso texto. Un gran aporte para mi y muchos mas seguramente. Gracias Dr. Álvaro. Lo admiro. Siga compartiendo su conocimiento y sobre todo su propia experiencia.