Ahora mismo estoy en el tren camino del trabajo, pero hace un rato, cuando llevaba a mis hijos al cole, me he puesto serio con mi hija de 5 años. La mañana ha ido francamente bien. Nos hemos despertado y vestido más o menos rápido, hemos desayunado entre risas y hemos salido de casa con tiempo de sobra para llegar al cole a paso tranquilo.
En el camino al cole, mi hija pequeña (3 años) me estaba contando algo que pasó ayer en el recreo. No le he entendido bien una cosa y la he preguntado. En lugar de responder ella ha respondido su hermana; “Ha dicho que con Pedro! Que no te enteras!!!!”.
No han sido las palabras. Ha sido su tono de voz. Lo ha dicho con un tono despectivo. Lo sé porque nunca me habla así y porque esas cosas se notan.
No soy una persona a la que le gusten los enfrentamientos. De hecho, mi primer impulso ha sido dejarlo pasar. Sin embargo, rápidamente me he dado cuenta de que en esta ocasión no debía dejarlo pasar. Así que he parado la marcha de toda la tropa, me he girado, me he puesto de cuclillas, he mirado a mi hija a los ojos y le he dicho en tono calmado pero serio. “No me gusta que me hables así” – No penséis en una escena aterradora. Mis tres hijos saben que ni pegamos ni castigamos, aunque estoy seguro de que me ha notado molesto. Mi hija se ha quedado un poco cortada, pero en un momento se ha tirado a mi cuello, me ha dado un beso muy contenta y me ha dicho “Vale papito!!!”. Yo también le he dado un beso y una palmada en el culete en señal de que todo estaba bien.
Y estas son las diez razones que me han hecho actuar así, serio pero con calma.
1. Porque no quiero que me hable así. Ni ahora que es pequeña ni cuando sea mayor.
2. Porque si no le digo nada, no sabría que su forma de hablar puede molestar a los demás.
3. Porque mi mujer y yo estamos de acuerdo en que educar a nuestros hijos en el respeto es prioritario.
4. Porque si me enfado mucho se habría asustado y no me habría podido escuchar.
5. Porque si se lo digo en tono de broma, infantil o jovial su cerebro no habría entendido bien como me ha hecho sentir. Demostrar los propios sentimientos (siempre con calma y respeto) ayuda a que nuestros hijos se den cuenta de la reacción que tienen determinados comportamientos en los demás. Se llama congruencia emocional, y ayuda al desarrollo de las habilidades sociales, autoestima e inteligencia emocional.
6. Porque si no se lo digo yo, puede que no se lo diga nadie.
7. Porque si lo va a aprender de alguien prefiero que lo aprenda de mi. Con calma y respeto.
8. Porque quiero que si alguien la trata así alguna vez, tenga un ejemplo de cómo actuar con calma pero sin renunciar a defender sus límites.
9. Porque la quiero
10. Porque tengo unos hijos maravillosos y me encanta cuidarlos, jugar y disfrutar con ellos pero intento no olvidar que mi principal responsabilidad para con ellos es educarlos.
Los límites no son agradables ni fáciles de establecer, pero a veces los padres tenemos que ponerlos. La manera más efectiva de hacerlo, cuando nos hablan mal o nos faltan al respeto, es mostrar y decir que no nos gustó, con prontitud, calma y con todo el cariño.
Por Álvaro Bilbao – Autor de “El cerebro del niño explicado a los padres”
Gracias por explicar a los padres de hoy la diferencia entre da igual y la falta de respeto y como hacerle frente sin discutir, gritar y por supuesto con el amor de un padre a su hija en este caso y explicarlo tan bien.