3 errores de cálculo que casi todos los padres solemos cometer

El cerebro humano es posiblemente el diseño más sofisticado de la naturaleza. Sin embargo no es una máquina perfecta y, como tal, tiene fallos. Algunos de los más importantes tienen que ver con su marcada tendencia a tomar atajos. Los atajos mentales son estrategias sencillas y generalmente efectivas que nos ayudan a ahorrar energía y tomar decisiones más rápido. Por ejemplo, si creemos que las mujeres embarazadas tienden a sentirse cansadas, podemos ceder nuestro asiento en el metro a la próxima embarazada que veamos, aunque puede que la que tengamos delante justo ese día ni se encuentre cansada ni quiera sentarse.

La verdad es que nuestro cerebro tiende a hacer muchos “atajos” y algunos de estos atajos nos pueden jugar alguna mala pasada, a nosotros, a nuestra pareja o a nuestros hijos. A continuación vamos a repasar 3 errores de cálculo muy comunes en las familias con hijos pequeños. Estoy seguro que al menos uno de ellos os ocurre con cierta frecuencia en vuestra casa.

1. El error de la división del esfuerzo

Una de las quejas más frecuentes de los nuevos padres tiene que ver con el esfuerzo que realiza cada uno. Sobre todo los nuevos padres acusan ese esfuerzo extra que supone estar levantado por la noche y no tener descanso durante el día. En casi todas las parejas, llega un momento en el que el cansancio nos pide echar cuentas porque sentimos que nosotros hacemos el 75% del trabajo y calculamos que la otra persona hace sólo el 25%. En algunos casos puede ser así, pero en la mayoría, las dos partes de la pareja sienten que hacen el 75% del trabajo…y que el otro no hace más que el 25… Pocos se dan cuenta de que posiblemente las dos partes de la pareja pueden tener razón.

Cuando tenemos hijos el trabajo se multiplica al menos en un 50% . De esta manera, al 100% de trabajo que teníamos antes, hay que sumarle al menos un 50% cuando llega el primer hijo haciendo un total de 150% que dividido entre dos adultos resulta en un 75% de trabajo.  No es un 75% del trabajo total…sino un 75% del trabajo que teníamos antes. Así que si piensas que estás sobrecargada o sobrecargado, segúramente tengas razón..aunque eso no quiere decir que la otra parte de la pareja se pase el día rascándose la barriga…posiblemente esté sobrecargada también.

Cómo evitarlo : Considera cuidadosamente el trabajo y esfuerzo que pone la otra parte de la pareja, no olvides que el trabajo después de tener un niño pequeño es mucho mayor y utiliza otra forma de medir el esfuerzo; por ejemplo midiendo cuánto tiempo de descanso o libre de cargas tenéis.

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2. El error de la identificación plato estómago

El cerebro tiende a identificar su propio plato con su estómago, de tal manera que si me sirvo una ración de 4 croquetas es porque mi cerebro ha calculado que 4 croquetas es lo que mi estómago necesita para estar bien nutrido; es decir 400kcal (100 Kcal por croqueta). Es un atajo bastante práctico si uno vive solo. Sin embargo, si vivimos en familia no es tan práctico porque por la misma regla de tres el cerebro tiende a desestimar en su cálculo calórico la comida que no está en su plato (en su estómago mental).  Si por ejemplo tomamos una croqueta más de la bandeja el cerebro tiende a  minimizar el cómputo final, símplemente…¡porque no estaba en nuestro plato! Si estaba en el plato de nuestro hijo el cálculo es todavía peor porque al verla en otro plato nuestro cerebro no considera que nos la comimos nosotros… Es lo que las abuelas llamaban engordar por pena…”Por pena de no tirar esto me lo como yo” ” Por pena de no tirar aquello me lo como yo..”

Cómo evitarlo: En lugar de engordar de pena…símplemente cocina menos cantidad o guarda lo que sobre en un tupper. Símplemente no comas lo que no esté en tu plato y así no tendrás problemas de sobrepeso como nos ocurre a muchos padres…

3. El error de los panes y los peces

Este es un error especialmente peligroso que ocurre a muchísimas parejas y que genera mucho malestar y conflicto. El error consiste en lo siguiente: El cerebro tiende a pensar como administrador único de cantidades de dinero de las que dispone, aunque el dinero sea compartido. Si, por ejemplo, el padre gana 1.000 Euros mensuales y la madre otros 1.000, el cerebro del padre, por ejemplo, hace un cálculo rápido y resuelve que tenemos 2.000 euros para gastar ese mes. Por tanto cuando sale a la calle y ve unos zapatos, y en la tienda de al lado ve un juguete para el niño, y en el mercado un pescado delicioso, puede acabar comprando todo calculando que esos 2.000 euros permiten hacer ese dispendio. De lo que no se da cuenta, es de que al otro lado de la ciudad, su pareja está teniendo el mismo pensamiento cuando ve un abrigo para su hijito y unas botas de lluvia, por ejemplo. Cada uno piensa que tiene 2.000 euros para gastar y, por tanto, su dinero se acaba de multiplicar por dos (solo en su mente claro está porque si nos vamos a la cuenta del banco nos daremos cuenta de que en realidad siguen teniendo 2.000 euros en total, es decir que cada uno sólo tiene 1.000 euros al mes para gastar).

Cómo evitarlo: Puede parecer un error tonto, pero este error es tan común y grave que suele ser uno de los principales motivos de conflictos que se ven en terapia de pareja. Los expertos en neuroeconomía saben que al cerebro se le da muy mal calcular y administrar dinero común. Esa es la razón por la que la mayoría de los expertos recomienda tener cuentas separadas y una tercera cuenta común con aportaciones periódicas para los gastos comunes.

Como ves el cerebro puede engañarte y provocarte una mala jugada. Estoy seguro de que te has identificado con más de una de estas trampas mentales.  En la educación de los niños también es importante entender cómo funciona su cerebro, porque el cerebro del niño se rige por normas distintos al nuestro. Entender estas normas nos  va a ayudar a entender a nuestros hijos pequeños, ahorrarnos disgustos y resolver conflictos de una manera positiva para todos.

Por: Álvaro Bilbao. Autor de El cerebro del niño explicado a los padres

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“El periodo más importante para la vida no es la edad universitaria, sino los 6 primeros años de vida del niño”

María Montessori

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