Puede parecer una noticia bonita…pero no lo es. O por lo menos no del todo…
Ocurrió durante el desfile del día del Orgullo Gay de 2018.
No se había anunciado, ni se había hecho publicidad sobre esta acción. Fue símplemente un acto espontáneo de un grupo de madres de una parroquia de Texas. Decidieron acompañar al desfile de una manera muy especial. Se pusieron en los laterales de las calles con carteles que decían “Abrazos de madre” y “Abrazos de madre para quién los eche de menos”… La respuesta fue abrumadora. Cientos de jóvenes (y no tan jóvenes) se acercaron a recibir un “abrazo de madre”…. símplemente porque los echaban de menos.
Los comentarios que escucharon fueron de todo tipo….desde “Mis padres no me aceptan como soy”, “Hace años que mi madre no me abraza” o “Mi padre no me habla” hasta otros mucho más cotidianos como “Hace mucho que no voy a ver a mis padres”.
La artífice de esta bonita iniciativa fue Jen Hatmaker, una madre, bloguera y activista de su parroquia, quien convenció a otras muchas madres para unirse a su cruzada para que ningún chico ni chica que lo echara de menos se quedara sin su abrazo de madre.
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No sólo las madres ofrecieron abrazos, otros miembros de la parroquia también ofrecieron sus abrazos y los participantes del desfile pudieron ver carteles y probar “Abrazos de padre”, “Abrazos, de abuela” y abrazos de abuelo.
Según cuenta la propia Jen, abrazaron hasta que les dolieron los brazos, pero fue una experiencia muy muy bonita para todo aquel que quiso participar de ella. Y es que esta historia nos recuerda algo, que a veces los adultos queremos o pensamos que podemos olvidar. No es otra cosa que “Todos, todos sin excepción necesitamos en lo más profundo de nosotros la aprobación y el afecto de nuestros padres”.
Esta triste y también bonita historia, también nos permite reflexionar sobre otro fenómeno muy muy importante que muchos padres desconocen y que siempre intento explicar en mis conferencias y cursos para ayudar a los padres a “Educar en positivo”. Es el siguiente:
Nuestros hijos, por muy maravillosos que sean y por mi maravillosos que seamos como padres no van a ajustarse al 100% a las expectativas, anhelos o deseos que tenemos para ellos. Siempre va a haber algo de ellos que no se ajuste a nuestra imagen de “hijo ideal”. Puede que no ocurra cuando el niño tiene dos años, ni cuando tiene tres…pero ocurrirá. Llegará el día en que encontremos algo en nuestro hijo que no encaje con lo que queríamos, lo que pensábamos o lo que de alguna manera nuestro inconsciente nos diga que debíamos esperar. Puede que sean cosas tontas como que no le guste comer las verduras tanto como nos gustaría. Puede que sea más tímido, o miedosa de lo que hubiéramos querido. Puede que no sea tan estudioso, ordenado o atlético como nos imaginábamos. O símplemente puede que tenga peor genio, más energía o menos necesidad de dormir de lo que nosotros esperábamos. El caso es que a todos los padres les llega el momento en el que de una manera u otra se encuentran frente a frente con un hijo que, en alguna de sus facetas no encaja con lo que ellos esperaban. A todos nos pasa en algún momento. Y si no te ha pasado…creéme…te pasará.
En esos casos…lo único que podemos hacer es darnos cuenta de que todas esas imperfecciones están en nuestros ojos, en nuestra mirada y no en el niño. Y cuando te hayas dado cuenta, toma aire, respira y abraza a tu [email protected] Dale un abrazo de madre, de padre…y símplemente dile todo lo que les quieres y lo [email protected] que estás de él o de ella. Hazlo desde que sean bien pequeños y no necesitarán abrazos de otras madres y otros padres porque sabrán que tus brazos están siempre abiertos para ellos.
Por Álvaro Bilbao – Autor de “El cerebro del niño explicado a los padres”
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